martes, 5 de junio de 2018

On the road - en coche por Fuerteventura




Ahora que se acerca el verano, me gustaría hablar de un destino siempre agradecido para desconectar unos días, las Islas Canarias y, en concreto, la isla de Fuerteventura.


Visitar una isla siempre es un destino para unas vacaciones: te plantas en avión o barco en un tiempo razonable, no te cansas conduciendo hasta tu destino, limitas el radio de acción y el número de sitios a visitar... y debes/puedes alquilar un coche si quieres moverte, con lo que por unos días le eres "infiel" al tuyo propio. En mi caso, por ejemplo, me tocó un Polo de gasolina con especificaciones de consumo ultra-bajo (40 años no es nada. prueba Volkswagen Polo) bastante curioso de conducir por las sensaciones que transmitía propias tanto de un TDI como de un TSI.



Las Islas Canarias son una opción muy recomendable, pues llegas allí en un par o tres de horas, el clima siempre es bueno, no tienes problema con el idioma, la gente es de lo mejorcito que te puedes encontrar y, si buscas paisajes distintos, no olvidemos que, geográficamente estás en África -las costas de Dakar están a sólo 100 km.- y que cada isla tiene su propio aspecto. Lanzarote es volcánica, Gran Canaria, rocosa, Fuerteventura, arenosa y, Tenerife, lo mezcla todo y añade zonas increíblemente verdes y exhuberantes.


Como destino vacacional, Fuerteventura nos regala kilométricas playas vírgenes y solitarias en todo el litoral: basta con salir de la carretera, conducir hasta el mar y ya puedes plantar la toalla allí mismo, sin miedo a acabar rodeado de otros bañistas... perfecto, sino fuera porque en cualquier punto de la isla y a todas horas hace honor a su nombre (Fuerte-ventura) y sopla un viento huracanado que impide tumbarse o bañarse con comodidad. No en vano, la isla es destino privilegiado de wind-surfistas y otros deportes acuáticos semejantes.

Y qué nos ofrece Fuerteventura a los conductores, en concreto? podemos hablar de 4 zonas bien diferenciadas entre sí: este, oeste, sur y la isla de Lobos -que nunca lo dirías, pero resulta que está al norte-.

ZONA ESTE

Es una zona plana, con una carretera que se acabará siendo amiga íntima tuya a poco que quieras hacer turismo, la FV-2, pues cruza la isla de punta a punta. Pese a ser la principal vía de la isla, es una sencilla carretera, habitualmente de 2 carriles, y que discurre mansamente entre campos de tierra con una vegetación rala y escasa. Muchas rectas, pocas curvas y aún menos tránsito definen sus características y, aunque la velocidad permitida puede llegar en algún punto a unos alocados 100 km/h., lo normal es que acabes a 70 detrás de algún isleño con muy poca prisa en su camino o de algún que otro turista que se ha acabado contagiando del plácido ritmo de vida de este lugar que apenas supera el centenar de kilómetros de punta a punta.



En su recorrido se encuentra el aeropuerto, la capital (Puerto del Rosario) y dos puntos que deben visitarse por su espectacularidad: el faro de La Entallada y el Parque Natural de Las Dunas de Corralejo. Divertido es el tema del aeropuerto, pues está situado junto a la FV y las pistas son visibles desde la carretera; de hecho, al acercarte, el efecto óptico es que vas a entrar dentro, pues están perfectamente encaradas con el asfalto, como si en el último momento se hubieran dado cuenta de que el aeropuerto estaba allí y había que esquivarlo. Como justo en la curva hay una gasolinera, cuando pares a repostar antes de devolver el coche lo usual es que te puedas entretener viendo cómo los aviones pasan por encima tuyo.


El parque de las Dunas es, como su nombre indica, una amplia zona cubierta de montañas de arena. La gracia es que lo encontrarás quieras o no, pues la FV pasa por en medio y está de camino al puerto de Corralejo, punto de partida de los ferries que llevan hasta la isla de Lobos.


Es muy recomendable parar en el arcén y subir caminando hasta la duna más cercana; te bastará con subir a la primera, pues son tan altas que el esfuerzo ya te dejará sin fuerzas, pero vale la pena. Desde allí arriba verás el mar a un lado, las lejanas montañas de la zona este de la isla al otro y podrás sentir un poco lo que debe ser perderse en un mar de dunas... lástima que seguro que el viento te impedirá estar allí mucho rato, porque es un sitio ideal para sentarse a reflexionar sobre lo divino y lo humano.

Un consejo: mejor parar el coche en alguna de las zonas habilitadas como Parking. En primer lugar, porque es una zona protegida y, en segundo, porque la arena te puede jugar una mala pasada, ya que no serías el primero que se queda con el coche hundido hasta los ejes y llamando a la grúa para poder salir del atolladero...

Si seguimos por el sur, llegaremos al malpaís. Pese al palabro no se trata de una especie de insulto: es el nombre que reciben las zonas abruptas de origen volcánico.


Entre tanta llanura, estas montañas destacan como si del Everest se tratara y, si el resto de la isla es seca, aquí hablamos de dureza extrema, pues en la tierra volcánica no crecen ni matojos. Después de dar unas cuantas vueltas y perderos varias veces -los letreros brillan por su ausencia, aunque hay tan pocos caminos que al final acabas acertando por intuición- es posible que lleguéis a un alto acantilado coronado por un singular faro, segunda parada obligatoria de este lado de la isla.


Las vistas son únicas, pero más que el final del camino lo que importa es el camino en sí, pues bordea las montañas a gran altura o cruza entre desfiladeros imponentes.



Si continuamos hacia el sur, llega un punto en el que la carretera se acaba, literalmente, y empieza un camino de tierra que nos lleva a la zona más divertida para conducir y todavía, si cabe, más deshabitada: la península de Jandía.

ZONA SUR



Un cartel de piedra -será para que no salga volando- nos indica que por delante tenemos 20 kilómetros hasta llegar al extremo sur de la isla, donde se encuentra, cómo no, otro faro. Son 20 kilómetros de una carretera de tierra en la que se alternan largas rectas jalonadas con pequeños badenes de tierra con zonas más reviradas y que cruza tierras y montañas todavía más desérticas y arenosas que en el resto de la isla.


Es obvio decir que la conducción aquí resulta divertidísima, pues el camino agarra lo justo y los montículos que vas cruzando te invitan a acelerar un poquito justo antes para "despegar" un poquito al pasarlos. El estado es bueno y no hay baches, presenta curvas y saltos, casi no hay circulación... es fácil jugar un poco al WRC, aunque mejor no olvidar que el coche es de alquiler y hay que devolverlo de una sola pieza...


Al llegar al final encontraremos el faro, que bien podría llamarse "del fin del mundo", pues si continúas un poco más te caes de la isla, tal cual.


Por suerte y por increíble que parezca, cuando lo visité el viento había amainado lo suficiente como permitirme escuchar mis propios pensamientos y poder explorar un poco la zona. Como sólo hay piedras, es fácil encontrar pequeños monumentos realizados a base de apilarlas o frases escritas en el suelo juntándolas (THIS PLACE ROCKS!)


Vuelta al coche para desandar el camino. Más o menos de mitad de trayecto, aparece a la izquierda una desviación; es una empinado camino sin asfaltar que te lleva al otro lado de la isla y que te ofrece desde su punto más alto una espléndida vista de la playa de Cofete desde un mirador con el telescopio turístico más oxidado del mundo.


He dicho ya que en la isla el viento sopla con fuerza a todas horas? pues aquí arriba ya alcanza los niveles de un F5 en la escala de la película "Twister": es casi imposible mantenerse derecho y aún dentro del coche notas cómo las ráfagas lo bambolean como un barco a la deriva. Aún así, la vista vale la pena y siempre tienes la opción de hacerte una foto emulando al "espíritu del extásis" que montan los Rolls Royce.


ZONA ESTE

La zona este se caracteriza por la existencia de unas montañas que no tienen sentido allí si tenemos en cuenta que toda la isla es plana: parece que hayan caído del cielo más que haber surgido del suelo. Aunque en algunos tramos parece más bien una sucesión de suaves lomas de distintos colores, la mayor parte del tiempo se trata de auténticas montañas.



Aún así, son carreteras de buen asfalto y curvas amplias, donde se puede llevar un buen ritmo con toda seguridad, con varios miradores para parar a hacer fotos y dar de comer a las ardillas -no se suponía que estos bichos vivían en los árboles?-


Esta construcción blanca merece una explicación: La isla sólo tiene 6 municipios, y cada vez que entras en uno encuentras esta puerta simbólica junto a la carretera. La verdad es que es bastante fotogénica y lo usual es que puedas meter prácticamente el coche dentro para hacer alguna foto divertida.


La visita a esta zona se completa con 2 paradas: el mirador de Morro Velosa (aunque el acceso estaba cerrado y me quedé con las ganas) y la villa de Betancuria, con un casco antiguo de aspecto típico canario, digno de verse, pero de reducido tamaño, pues en realidad son poco más que dos calles y una placita.


Y una última recomendación para disfrutar de este lado de la isla: el cielo nocturno está reconocido como de los más puros del mundo, así que siempre es buena idea hacer una pequeña excursión nocturna, estacionar en algún mirador y levantar la vista para disfrutar del planetario más grande y con más estrellas que nos podamos imaginar.

ISLOTE DE LOBOS

Es la contradicción hecha destino turístico: no hay coches, no hay carreteras, no hay nada, pero no debe dejar de visitarse si se pasa por Fuerteventura.


Es una islote con menos de 5 kilómetros cuadrados (en campos de fútbol deben ser... no sé, alguno?) y donde no puedes salirte de los caminos marcados ni recoger piedras (estarán contadas?). No hay sombra natural que valga y sólo hay un pequeño restaurante con cuatro mesas que sirve dos platos: paella y pez de roca fresco a la brasa, ambos deliciosos. Lo único que puedes (y debes) hacer es buscar tu rincón favorito en la costa, tirar la toalla y darte un baño de agua relajante y cristalina.

Lo dicho, imprescindible.


Y creo que no me dejo nada en el tintero. La verdad es que es un destino muy recomendable si tu idea de las vacaciones es huir de cualquier tipo de aglomeración y perderte por lugares remotos e ignotos de una isla muy poco habitada. De hecho, el grupo más numeroso "de personas" me lo encontré en una rotonda, en un conjunto escultórico aterrador que representaba a un grupo de niños que parecían haberse petrificado mientras miraban al cielo... vamos, como en el inicio de "Terminator 2" cuando todos se convierten en estatuas de ceniza!


En breve, más sensaciones al volante en mi facebook (Theredstig). En concreto, en el circuito del Jarama...y hasta ahí puedo leer.


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