miércoles, 27 de marzo de 2019

Volkswagen Motion 4driving Adventure - La molina




Cada vez que hago un test drive de SUV's salgo más convencido de que este formato, si está triunfando más que la Coca-Cola, es por una causa justificada. Quizás no tenga sentido que hayan sustituido a los monovolúmenes como vehículo familiar por excelencia, pues no les superan en modularidad, practicidad o economía (ni de compra ni de mantenimiento, con el precio que tienen esos neumáticos talla king-size), pero con la calidad de las suspensiones que pueden llegar a montar y la polivalencia de uso que demuestran sobre cualquier superficie entiendo que pueden llegar a ser un gran compañero de viaje para los más activos del barrio... y, si no lo eres, siempre puedes regalarte la vista a diario con sus acertadas lineas.


Aprovechando que Volkswagen llevaba casi toda su gama a las pistas de esquí de La Molina, no dudé en reservar hora y acercarme un soleado e increíblemente caluroso sábado de marzo a los Pirineos para ver qué tal lleva el grupo VAG su estrategia de copar el mercado con sus modelos. Tras un vertiginoso Seat Ateca y un racional Skoda Kodiaq, tenía muchas ganas de ver qué habían logrado con el modelo más pequeño capaz de montar tracción 4x4: el T-Roc.


Con sus medidas un poco por debajo de un Golf (4,24 metros), se podría catalogar fácilmente como la versión campera de aquél, un poco al estilo del mítico Country de los 90. La ofensiva SUV es tan potente que puede dejar incluso al legendario compacto un poco fuera de juego, pues la escala de precios le es sólo un poco más favorable (apenas 1.000€ en algunas versiones) y, de entrada, el T-Roc te regala 65 litros más de maletero si no incorpora la tracción a las 4 ruedas... no busco hacer una comparativa entre ambos, pero como suele decirse: la primera, en la frente!.


En el interior, nada nuevo bajo el sol, con una disposición típica germana: todo en su sitio, sin grandes alardes de imaginación, pero con unos buenos materiales por doquier que se ven realzados por incrustaciones de acabado oscuro brillante que ayudan a transmitir sensaciones de lujo y poderío.


La versión disponible para probar está en lo alto de la tabla de precios del modelo y eso se nota en todos los aspectos: motor 2.0 TSI (sí, vuelve la gasolina!) de nada más y nada menos que 190 caballos (y eso que hay por ahí pequeños GTI's de campanillas con sólo 10 más...), cambio automático DSG de 7 velocidades, techo practicable, superficie para cargar el móvil y, cómo no, el espectacular y configurable a la carta Digital Cock-Pit. Acostumbrarse a lo bueno cuesta poco y esta pantalla está llamada a hacer desaparecer a las esferas físicas gracias a toda la información que puede llegar a facilitar, pero, para los nostálgicos, ahí mantiene una opción de presentación clásica.


Manos a la obra. Sólo para empezar a moverme ya tengo que superar un vierteaguas bastante pronunciado pero el T-Roc, en sólo 1 metro, ya me empieza a enseñar de qué pasta está hecho: la carrocería sube y baja en un solo movimiento y vuelve al momento a su posición original como si tal cosa.


Los primeros metros son sobre asfalto y lo primero que noto es que la dirección tiene un tacto medio, ni demasiado dura ni demasiado blanda pero con una leve resistencia en todo momento que transmite sensación de calidad: si el anterior Polo ya me convenció en este aspecto, está claro que las nuevas generaciones van por el mismo camino.


Pero la carretera se acaba enseguida: a los dos minutos ya estamos pisando tierra y lo primero que me encuentro es un estrecho paso entre árboles en plena cresta y con unas pronunciadas roderas que me hacen dudar de si realmente voy por el buen camino... Mi monitora en esta aventura, Sonia, me indica que antes de seguir tenemos que activar el modo Off-Road con el mando que hay entre los asientos delante de la palanca de cambios y me explica que, además de controlar el sistema de tracción, también activa el asistente en descensos, por lo que no me tendré que preocupar de nada cuando la supere. La pantalla central, en ese momento, pasa también a ofrecer útil información para estos menesteres, como una brújula, la altura a la que nos encontramos o el ángulo de giro de las ruedas delanteras.



Pues nada, si ella lo dice, allá vamos. Maniobro con prudencia intentado no encajar las ruedas para proteger los bajos y el T-Roc pasa al otro lado como si tal cosa... seguro que con un Golf no lo habría logrado! (perdón, no lo haré más). La bajada que viene a continuación tiene su miga, por la inclinación y las piedras sueltas que jalonan la pendiente pero bajamos mansamente sin llegar a superar ningún momento la velocidad prefijada y, además, sin notar ninguna brusquedad en la actuación del sistema.


La ruta discurre ahora por una amplia pista de tierra. Sonia me recuerda que la velocidad límite aquí es de 30 km/h pero no creo ir tan deprisa, hasta que bajo la mirada y veo que ruedo casi a 50!. Pese a lo irregular del firme, casi me parece que circulo sobre asfalto, pues no se nota ninguna vibración o movimiento parásito en el volante. Al llegar a una zona en sombra nos damos de bruces con una placa de hielo de varios metros de largo y mi monitora me aconseja que extreme las precauciones. No le falta razón, pues enseguida noto cómo la dirección empieza a deslizar de forma controlada pero sin tener sensación de peligro o descontrol en ningún momento. Qué demonios, resulta hasta divertido!.


Durante todo el trayecto constato que mi acompañante de la marca es una aguerrida conductora de auténticos 4x4 y que sabe perfectamente sobre qué terreno se mueve y cómo actuar en todo momento. Para mi sorpresa, en plena curva a izquierdas, me pide que suba las 2 ruedas de un lado por el talud de la derecha para que pueda comprobar por mí mismo la capacidad de inclinarse que tiene. Sólo superar el escalón tiene merito, pues se trata de una pequeña pared de tierra casi vertical, pero el T-Roc vuelve a superar con nota la prueba.

La segunda parte del recorrido pasa por volver al aparcamiento directamente por carretera, para poder curvear y comprobar qué tal se mueve. Con el mando giratorio volvemos al modo asfalto y, ya que estamos, al Sport, por el mismo precio.



En estas circunstancias me gusta tener a mano unas buenas levas tras el volante, pero en este caso no están disponibles... lástima! tienes la opción de actuar sobre la propia palanca de cambios de forma secuencial, pero siempre prefiero no tener que sacar las manos del volante. Eso sí, hay que reconocer que el modo Sport hace bien su trabajo, manteniendo las marchas en la parte de arriba del cuentarevoluciones cuando debe y reduciendo justo cuando lo harías tú, así que pocas pegas se le puede poner. Hablando de pegas, al interior sólo se le puede achacar que en la parte trasera la estilizada silueta hace que las ventanas laterales tengan un tamaño, cuanto menos, justo.


Pero no nos desviemos del tema: pese a su altura y a sus suspensiones, la verdad es que te puedes divertir mucho en cualquier carretera de montaña con sus ágiles reacciones y lo que puede llegar a empujar el motor. Hablando de suspensiones, descubrí involuntariamente la calidad que pueden llegar a demostrar al tragarme un reductor de velocidad que había perdido la pintura de la parte delantera y lo hacía invisible... hasta que lo sobrevolé en plena aceleración a la salida de una rotonda!. Aunque seguro que visto desde fuera fue menos espectacular, desde detrás del volante me pareció que estaba encarando la Colin's Crest; igualmente, en el aterrizaje me acordé de cómo aquellos Polo WRC parecían caer a cámara lenta sobre las ruedas, pues el T-Roc siguió su camino sin acusar ninguna reacción. Y eso que en modo dinámico las suspensiones se endurecen. Aquí también aportaron su granito de arena para absorber el golpe los asientos, sencillos de diseño y formas pero cómodos y con buena amplitud y altura.


Y la prueba ya no dio para más. Agradecí a Sonia su grata compañía y aproveché para tomarme un café en el stand de la marca.


Pero mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en los Tiguan y Touareg que me hacían ojitos desde el parking... sobretodo, este último... desde cuando tiene esta planta tan majestuosa? Y realmente se hacía el mismo recorrido con lo estrecho que era en algunos puntos?



El caso es que no pude evitar la tentación de preguntar si lo podía probar también y me respondieron que no había ningún problema, con lo que, a los cinco minutos, ya estaba otra vez detrás de un volante, aunque ahora la perspectiva era muy distinta.


Aquí todo es superlativo. Los asientos son para gigantes, el techo solar podría usarse para entrar y salir del coche, las dos pantallas, casi unidas en el salpicadero, parecen televisores panorámicos... incluso la consola entre ambos asientos, forrada para ser usada como reposabrazos, tiene, literalmente, un palmo de ancho y casi daría para encajar un pequeño asiento auxiliar. Te sientes pequeño e insignificante frente a él y como toda la parte izquierda está girada hacia tí, casi da la sensación de que el coche te está observando.


En este modelo la elección mecánica es rápida, pues sólo hay un motor disponible: el 3.0 TDi V6, bien con 231 caballos, bien con 286, pero siempre con el cambio Tiptronic de 8 velocidades. El cambio es tipo acelerador de yate y, al insertar la D me sorprende dando un respingo, haciéndome notar claramente que el coche está dispuesto para empezar a moverse; y no está más de este aviso, pues el motor es, indudablemente el diesel más suave y refinado que he probado nunca. En serio, 0 vibraciones, 0 traqueteo... sólo al empezar a moverse, durante una fracción de segundo, soy capaz de escucharlo si afino mucho el oído.

Como ya conozco el camino, voy mas sobre seguro pese a continuar al tanto de las indicaciones de mi nuevo monitor, Alex y, a los pocos metros, me encuentro otra vez frente al pequeño montículo que anticipa la pendiente resbaladiza. O eso creo, porque la verdad es que ver, lo que se dice ver, veo lo justo.



El salpicadero, además de enorme, se yergue frente a tí, con lo que la parte superior te queda a la altura de los ojos. Esto hace que cuanto más cerca estás del obstáculo menos lo ves, con lo que tienes que anticiparlo y, después seguir avanzando a ciegas. Lo bueno es que su tamaño y altura hace que te despreocupes bastante de todo, pese a medir casi 4,80 metros de largo y tener una batalla en la que cabría más de un microcoche. Es decir, si con el T-Roc intenté buscar la mejor trayectoria y eludir rocas o surcos, aquí tienes la sensación de que no hace falta: todo recto con un poco de precaución y listo.


Continuo triscando por la pista forestal y el Touareg  me sigue maravillando con su estabilidad, comodidad y rodadura de lujo. Si Anibal cruzó estas montañas con elefantes es porque no tenía uno de estos a mano, porque este coche no anda muy lejos de la fuerza de un paquidermo con su motor diesel; de hecho, si eres aficionado a poner nombre a tus coches, a este le vendría bien Pisoni, como el de Bart Simpson, pues parece allanar la ruta a su paso. El tacto de la dirección es como el coche, solemne, no se le puede exigir una rapidez impropia de su concepción: como he dicho, se lo juega todo a la carta del refinamiento extremo, pese a tratarse de la versión R, más deportiva, con neumáticos en llanta de 20 pulgadas.



El recorrido pasa por un giro a derechas tan cerrado que con el compacto ya fue necesario hacer varias maniobras, por lo que en este no tengo claro cómo me apañaré para salir airoso. Por fortuna, al insertar la marcha atrás se activan las cámaras que me permiten controlar bien el perímetro del coche y disfrutar del paisaje casi con calidad HD, como si estuviera viendo el Canal National Geographic.



De vuelta a la carretera, toca probar qué tal se defiende aquí el Touareg y lo mejor que se puede decir es que no hay cambio ninguno: tanto le da sobre qué tipo de terreno transite pues el resultado siempre es sosiego y elegancia. Aunque aquí sí que dispones de unas pequeñas levas en el volante -señal de que la marca no tiene mucha fe en que se usen mucho-, pero lo mejor es dejar hacer al cambio automático y deleitarse con el paisaje, abrir el techo y disfrutar del aire de la montaña, pues no tiene mucho sentido buscar los límites a esta mole de 2 toneladas de peso. Te permite mantener un ritmo vivaz y acabas circulando más rápido de lo que crees pero es inevitable que tus pulsaciones se mantengan siempre en reposo.


Mientras supero a baja velocidad los invisibles resaltes que cruzan la carretera -con un sobresalto al día ya tengo bastante, gracias-, no puedo evitar fijarme en las casitas y apartamentos que se extienden por la montaña a un tiro de piedra de las pistas de esquí y en que voy al volante de un SUV que tiene un precio que podría rivalizar con algunas viviendas de la zona. Qué elegiría si tuviera el dinero suficiente? un transporte casi perfecto a cualquier sitio o una segunda residencia rodeada de bosques y nieve?.

Difícil elección, máxime si tenemos en cuenta que el Touareg está tan bien educadito que, al parar el motor, aleja el asiento para que te puedas bajar con más comodidad...


Y hasta aquí esta nueva entrada. En pocos días, vuelvo al ataque con una experiencia de alto voltaje radicalmente distinta: circuito y gas a fondo!.