martes, 28 de enero de 2020

The red Stig international - Zurich.



Entre mis planes inmediatos no estaba visitar Suiza. Bueno, ni inmediatos ni lejanos, sus ciudades nunca se habían colocado en el Top Ten de mis destinos futuribles, pero a veces, por cuestiones del azar, ganas dos billetes de avión para visitar los famosos mercadillos navideños gracias a Swiss Air y te encuentras un sábado por la mañana plantado en la estación central de trenes de Zúrich con algo más de 24 horas por delante para hacer una rápida visita a esta ciudad centroeuropea.


En un fin de semana hay tiempo más que suficiente para explorar la parte turística, que consta básicamente del rio, las riberas y el lago en el que desemboca, en un espacio que puede recorrerse completo, a paso de tortuga, en medio día -y parándose para hacer muchas fotos, claro-. El lado izquierdo se corresponde con la ciudad vieja y consta de una zona peatonal donde la gracia es callejear y observar el estilo arquitectónico de las casas de la zona.


También puedes empezar a mirar los restaurantes y darte cuenta de que lo del alto nivel de vida no es broma, con platos que no bajan de 20 € -perdón, francos suizos- y bebidas que rondan los 5, con lo que un menú normalito rondará los 50 francos... por persona!. Y si quieres probar las fondues y raclettes de queso, ve preparando, directamente, la Visa oro.


Al final del río, se encuentra el lago, que se pierde en la distancia (mide 40 kilómetros de largo y Zurich está en un extremo) con la imagen de los Alpes al fondo y a donde puedes ir a echar de comer a los cisnes y a las gaviotas. Para completar la visita de este lado y tener buenas vistas, es interesante subir hasta la Universidad o a la torre de la Grossmunster, que, pese al sonoro nombre, es sólo la catedral, y aprovechar para tener una mejor panorámica de la ciudad. En ambos casos supone un esfuerzo, más aún en la munster, donde el precio es de 5 francos por cabeza.



Si volvemos hacia la central de trenes, pero por el lado derecho, entramos en la ciudad nueva, algo más moderna pero aún con encanto. Aquí es donde ves realmente el poderío económico de la ciudad, con tiendas de las marcas más caras y exclusivas; es fácil alucinar al ver los precios de los escaparates de las joyerías, pero lo es aún más cuando te das cuenta de que la joyería está al lado y de que lo que estás mirando es una "simple" tienda de bombones...


Como decía al principio, el objetivo del viaje era conocer de primera mano los mercadillos navideños y la verdad es que no sé lo que me esperaba encontrar -quizás algo como los de aquí, con puestecitos de belenes y papanoeles para colgar-, pero no tienen nada que ver; de hecho, sólo encontré una tienda de artículos navideños y resultó que era de una multinacional alemana que, para más guasa, acaba de abrir tienda en Barcelona... No, son una especie de fiesta gastronómica, donde sirven comida de todo tipo, desde fideos japoneses a empanadillas argentinas pasando por los españolísimos churros. Por cierto, indispensables los puestos de salchichas, que por 8 Francos, con su bollo incluido, te salvan una comida o una cena a un precio que te parecerá hasta razonable visto lo visto.


Hay varios y todos tienen su gracia. Está el de la estación central de trenes, que se encuentra dentro del mismo edificio y te permite pasar un rato a resguardo del frío aire que llega de las montañas, el de la ópera, con una pista de hielo y el más alucinante, el del Christmas Singing Tree, en el que colocan a un coro en una especie de grada con forma triangular y disfrazada de árbol de Navidad y desde donde cantan canciones con música incluida de lo más variado; aquí me esperaba desconocidas canciones típicas en alemán o algo así y me sorprendieron con un repertorio de cine de Hollywood!.



Como me dijo una amiga, para ellos es como la feria de abril: una oportunidad para salir al fresco, comer, beber -no perderse el vino caliente aunque cueste otros 5 francos el vaso- y, sobretodo, congeniar con los vecinos de mesa, pues no tienen ningún reparo en cederte un hueco para que puedas sentarte a descansar y charlar un rato. En este aspecto, también tengo que reconocer que me impactó la amabilidad, cercanía y simpatía que destilan.


Pero un aficionado como yo a los coches no puede dejar pasar por alto un aspecto y es el del gusto que tienen por los modelos de alta gama y elevada potencia. Resulta chocante estar paseando por alguna bucólica callecita y, de repente, empezar a escuchar cómo rebota en las paredes el sonido de un motor de buena cilindrada.


No olvidemos que, además de su alta renta per cápita, son un importante centro bancario internacional y eso se refleja en el asfalto: calculo que, de cada cinco coches, 3 eran un premium aleman (Audi, BMW, Mercedes o Porsche) y el cuarto era de VAG, con mucha presencia de Skoda. El resto ya eran exquisiteces como algún que otro Ferrari o Maserati, Range Rover o Mustang, como éste en su versión clásica que a duras penas pude fotografiar entre dos alemanes.


Empecé a fantasear con la posibilidad de cruzarme con un Taycan, pero no, los eléctricos estaban representados por los ubicuos Tesla. Así, poca variedad de marcas en la ciudad, y lo mismo se puede decir de los colores elegidos por los conductores, pues el 90 % de vehículos eran negro, blanco o gris, sobrepasando incluso la media mundial de sosería en este aspecto, que ya es decir. Quizás por eso destacaron aún más el Bentley rosa que subí a mi instagram o este Mercedes GT de vivo color verde y que, por casualidad, comparte color con la señora de la derecha.



El gusto por lo clásico también lo aplican a las motos, en general bastante invisibles por toda la ciudad -imagino que el clima no acompaña, habitualmente-. Lo máximo que llegué a distinguir fue alguna Vespa con sus buenos años a cuestas y una cosa bastante poco usual, pues el domingo se celebró una carrera atlética popular por la ciudad y el vehículo que iba oficiando de vehículo cero era una moto de trial... a pilas!.


Pero si por algo quedará en mi memoria el tráfico de Zurich es por el Mercedes clase G, pues dudo que ni en una concentración de TT's sea fácil encontrar tantos.



Si antes he comentado que, de vez en cuando, oías rugir un motor, lo normal es que fuera uno de estos todo-terrenos cuasi militares que la marca de la estrella lleva fabricando 40 años casi sin variaciones. Porque, claro, habiendo versiones AMG con motores que rondan los 600 caballos, para qué vamos a considerar otras motorizaciones? Si se trata de demostrar el poderío económico, aquí tenemos el mejor ejemplo, con su elevado consumo de gasolina merced a su nula aerodinámica y alto peso.


Aunque en esta ocasión no me tocó conducir por sus calles, lo que sí me quedó claro es que aquí debe ser necesario armarse de paciencia, algo de lo que los suizos parecen ir sobrados, pues los peatones siempre tienen prioridad y en cualquier circunstancia y los conductores te ceden el paso sin hacer sonar el cláxon de forma recriminatoria a la primera de cambio. Hay múltiples semáforos, pero los tiempos de cambio son ultra-rápidos; en serio, si se pone rojo y sacas el móvil, cuando vuelves a levantar la vista ya ha cambiado tres veces. El tercer aspecto lo conforman los clásicos tranvias, que circulan inmersos entre el tráfico rodado y, casi, casi, entre los peatones, sin que nada de esto parezca ser un problema o llegar alterar el ritmo cardíaco de esta tranquila gente.


En fin, a veces los mejores planes son los que no has planeado y en este caso puedo decirlo, pues un destino no calculado se convirtió en un par de días ciertamente agradables y diferentes y que, sorprendentemente, me dieron material suficiente para otra entrada de mi blog.



En breve, más sensaciones al volante!