jueves, 26 de diciembre de 2019

Mi reino por un caballo - contacto Ferrari



Para la última entrada de este año, me he decidido a abrir el baúl de los recuerdos para recuperar las sensaciones que me produjo conducir uno de esos vehículo que todos soñamos probar algún un día: un Ferrari!. Lo confieso, cuando me enteré de que había empresas que por un precio razonable te permitían probar una de estas maravillas, me faltó tiempo para ahorrar unos eurillos y contratar una experiencia de conducción; si lo primero fue ir a Montmeló a por lo que fuera -y lo más económico resultó ser todo un KTM X-Bow-, lo siguiente tenía que ser un deportivo del emblema del "cavallino rampante". Y lo que había más a mano era un F430 F1con Cars Experience.


Sucesor del F360 Módena, cuando lo probé en 2010 ya no estaba en producción, pues se fabricó hasta un par de años antes, pero, quién se atreve a decir que cualquier Ferrari -no me canso de decir su nombre!- está demodé?. Estamos hablando de una marca que podríamos decir que directamente fabrica clásicos e iconos del motor, así que pocos reproches se le pueden hacer a un cochazo como éste.


Y es que, en directo, uno no se cansa nunca de dar vueltas a su alrededor y hacerle fotos, disfrutando de hasta el más mínimo detalle de su diseño. Su estampa te hace dar vueltas la cabeza, pues las proporciones no son las habituales del resto de mundanos coches; no en vano, estamos hablando de casi 4,5 metros por tan sólo 1,20 de altura por 2 de ancho. Increíblemente bello, sí, aunque demasiado largo y ancho para su altura, lo que le hace parecer pegado al asfalto.


Esto provoca que lo de entrar no sea especialmente cómodo o fácil. Metes un pie, luego la cadera y te dejas caer con cuidado de no golpearte la cabeza en el techo, que además te queda justo sobre el cogote por más que vayas situado con el asiento muy bajo y las piernas muy estiradas. Suena raro decirlo, pero lo primero que sentí al ponerme al volante fue una decepción, pues en contraposición a lo estiloso del exterior, por dentro era demasiado sencillo y poco refinado.



Ahora la cosa ha cambiado bastante y los de Maranello son coches con unos acabados y equipamientos de lujo, pero en esa época aún eran dudosos los plásticos utilizados y los remates del salpicadero. Era inevitable arquear las cejas y pensar: "160.000 € por esto? en serio?", aunque el poder evocador del caballito negro sobre campo amarillo y el tener al alcance de la mano el "manettino" es incalculable y ahí reside su verdadero valor. Me vienen a la mente las palabras del Commendatore diciendo que, al comprar uno de sus coches, se paga el motor y el resto va de regalo... Como ya está en marcha, sólo tengo que adaptar los retrovisores y poco más. Mi acompañante me indica que él se encargará del selector del cambio automático y que yo sólo debo acelerar y frenar. Cuando me da el OK, me cercioro de que tengo vía libre -aunque es un domingo muy pronto por la mañana mejor no correr riesgos- y me incorporo a la carretera.

Y aquí es donde le encuentro el prestigio, el truco final del coche.



Antes de que yo lo probara, ví como otros clientes se disponían a disfrutar de sus 15 minutos de gloria. Uno tras otro, salían como alma que lleva el diablo en cuanto les daban vía libre.... "qué exagerados" -pensaba yo cada vez- "vale que es un Ferrari pero no hace falta salir quemando neumático desde el principio!". No podía estar más equivocado. Coloco con suavidad el pie sobre el acelerador, presiono ligeramente y BROOOOOMMMMM!!! las revoluciones se van casi hasta el final del dial y salgo como un Fórmula 1 dando otro bonito espectáculo... si fuera un examen de conducir ya estaría suspendido, pero como no es el caso, sigue mi ruta intentando mantener la cabeza fría. Llego a un ceda el paso, aminoro y, con todo el cuidado del mundo acelero de nuevo... BROOOOMMMM!! Otra vez! llego a la conclusión de que es imposible hacerlo de otra manera, el motor es así y no hay otra. Tampoco es que sea un sacrificio, porque el V8 de 490 caballos suena a gloria bendita. Es más, ahora entiendo el porqué del caballito encabritado. Aunque al ralentí y en baja suena profundo, al dispararse las revoluciones el sonido se vuelve agudo, chillón, tal cual como el relincho de un caballo salvaje. Si al Ford Mustang le viene como anillo al dedo el tipo de caballo elegido, con la Scudería el acierto es total.



Me incorporo ahora a una autopista para dejarlo correr con algo más de libertad. Intentar controlar el tráfico por el retrovisor interior es totalmente inútil, pues lo único que alcanzo a ver es el motor piafando detrás de mí, lo cual tampoco está mal, pues pocos paisajes mejores se me ocurren. Y cómo pega! en cada acelerón lo noto vibrar, moverse, como un caballo salvaje con un cow-boy encima revolviéndose dentro de una jaula y pidiendo salir a la arena. Y aquí el vaquero eres tú intentando controlarlo y mantenerte en su grupa sin que te deje tirado en la cuneta. A velocidad sostenida te retumba toda la cabeza, no me imagino haciendo 600 kilómetros por autopista en estas condiciones, pero es que tampoco está pensado para eso. Para esas lides, ya tienes otros Gran Turismo más adaptados a todo, como el Nissan GT-R. No, este Ferrari te pide curvas, derrapes, frenadas al límite, marcha, en una palabra. Suspensiones duras como tablas y dirección afinadísima me reafirman en mi idea de que, en la perfecta y lisa (y segura) superficie de un circuito, el placer de su conducción se debe multiplicar por mil, pues cada bache o reductor de velocidad de vía urbana se transmite al interior con toda su rudeza.

Aún así, cuando vuelvo al punto de partida me ha quedado claro que el coche vale hasta el último céntimo de euro que piden por él. No es práctico, ni cómodo, ni mucho menos ecológico o lógico, pero precisamente lo que te hace sentir vivo son este tipo de cosas.

A partir de entonces pude decir que había conducido una leyenda.


Y hasta aquí esta entrada! sólo me queda desear a todos Feliz 2020, un año que, a buen seguro, nos deparará muchas novedades y cambios en la automoción como no los hemos conocido en los últimos 100 años.