martes, 26 de diciembre de 2017

Furia oriental - prueba racing Nissan GT-R




El Nissan GT-R es una de esas maravillas de la técnica con las que, de vez en cuando, las marcas generalistas se descuelgan para deleite de los aficionados. Al igual que otros modelos semejantes, incluso acaba perdiendo la marca y pasa a ser conocido sólo por el nombre del modelo, como el GT-40 (Ford), el Alpine (Renault) o el Corvette (Chevrolet); en este Nissan, por ejemplo, encontraremos el logo de la casa japonesa únicamente colocado en el motor, sobre las dos bancadas de cilindros enfrentadas enmarcadas en rojo y donde luce con orgullo una placa con el nombre del ingeniero que crea a mano esta auténtica joya.



Y, aunque no lucir en el morro el símbolo de una marca de prestigio puede suponer un hándicap, los datos de este modelo pueden sacar los colores prácticamente a cualquier deportivo de renombre: tracción a las 4 ruedas, motor V6 biturbo de 3.8 litros, 570 cv de potencia, 315 km/h de velocidad máxima y aceleración de 0 a 100 en 2.9 segundos son datos que, por separado, impresionan, pero que dan lugar a un cóctel realmente explosivo si los unificamos todos en un mismo vehículo.




Este coupé con maletero separado y altura mínima al suelo pensada para circuitos, no tiene la elegancia de un Aston Martin o la belleza en las líneas de un Ferrari; de hecho, aunque su nombre de guerra es Godzilla, yo me lo imagino más bien conducido por Mad Max y cubierto de polvo en las inhóspitas carreteras de un desierto post-nuclear. Sus formas son angulosas, duras, agresivas, siempre dando prioridad a la función sobre el diseño pero insertando pequeños detalles que le otorgan una fuerte personalidad.


Las espectaculares branquias laterales, el trabajado frontal con el agresivo spoiler, los tiradores de las puertas integrados en la carrocería, la forma del alerón trasero, los pilotos traseros redondos… ningún aspecto se ha dejado al azar, incluido un detalle tan nimio como la antena con forma de aleta de tiburón para que interfiera lo mínimo en la estudiada aerodinámica.


Al abrir la puerta –sin marco y con la insignia GT-R- en el umbral-, nos recibe un habitáculo que destaca por la calidad de todos los mandos al alcance y el ambiente Premium que se respira.


Como su propio nombre indica, se trata de un Gran Turismo, pensado para realizar largos viajes por carretera con total comodidad y con una importante reserva de potencia bajo el pedal derecho. Así, la posición de conducción es ligeramente más baja que la que correspondería a una berlina, pero con las piernas claramente más estiradas, mientras disfrutamos de la comodidad que logran los 2 amplios butacones forrados en piel, con los reposacabezas integrados y las costuras rematadas a mano. Dicho sea de paso, la piel se extiende por el volante, parte del salpicadero y el revestimiento interno de las puertas.


La R de su denominación, correspondiente a Racing, puede incluso potenciarse gracias a tres interruptores que se encuentran delante de la palanca de cambios, y que actúan sobre la rapidez del cambio automático de 6 relaciones y doble embrague, sobre la dureza de la amortiguación y sobre la permisividad del ESP; éste último incluso da la opción de desconectarlo, algo sólo recomendable si se cuenta con la técnica de pilotaje necesaria.


Para probar sus cualidades sobre la pista me he desplazado hasta el circuito de Calafat en una fría mañana de diciembre, nuevamente invitado por los chicos del Race Me Club (http://www.racemeclub.com/). Se trata de una pista muy técnica y revirada, con una longitud de 3.250 metros, una recta principal de más de medio kilómetro y una destacable anchura de 10 metros. La primera parte del circuito es la más rápida, con 3 segmentos unidos entre sí por amplias curvas de 180 grados, con dos de ellas precedidas por un pequeño giro. A continuación, encontramos una zona formada por 2 chicanes unidas a su vez por la curva más lenta y cerrada del circuito, para llegar a continuación a la parte final, donde una rápida curva nos devuelve a la recta principal. En total, 9 curvas a derechas y 7 de izquierdas para un recorrido donde hacen falta buenas manos.


Antes de entrar a rodar con el GT-R no puedo evitar pensar cómo lo haré para domar los más de medio millar de caballos que su motor proporciona, sin darme cuenta de que estoy en un error: no se le puede dominar. El Nissan tiene su propio código de honor, el de los samuráis, basado en el respeto mutuo y esto es algo que el coche enseguida se encargará de enseñarme.


Como nunca he conducido por este trazado, acepto el ofrecimiento de mi acompañante del Drive Me Club de dar un par de vueltas como copiloto: aunque suelo familiarizarme con los nuevos circuitos memorizando el recorrido y visionando grabaciones de vueltas en primera persona, cualquier ayuda para maximizar el disfrute de la experiencia es bienvenida. Así, me explica la mejor manera de atacar cada curva o dónde frenar y me informa de la regla de oro de este samurái: frenar en línea recta/acelerar en línea recta.


Con el sotocasco y el casco bien enfundados, me sitúo por fin al volante de esta máquina de devorar asfalto, sin ser capaz de imaginarme de lo que el GT-R es capaz de transmitir.

Lo primero que se advierte es el silencio que se respira en el interior: al ralentí, el motor es prácticamente inaudible y circulando a baja velocidad sólo emite un leve murmullo. Como decía, el ambiente interior es refinado y la dirección no hace sino reforzar esta sensación de calidad, pues se ha logrado ese tacto sedoso,  pero firme a la vez, propio de las grandes marcas. La dirección está pensada para transmitir aplomo a altas velocidades y, aunque no es especialmente directa o rápida, permite gestionar todas las curvas sin tener que deslizar las manos demasiado por el volante.


Así pues, me incorporo a la pista asegurándome por el retrovisor de que tengo vía libre y acelero con decisión… y lo que pasa a continuación me deja literalmente sin aliento. Gracias a su tracción a las 4 ruedas, el GT-R gana velocidad sin hundir la zaga: es como si una mano hubiera bajado del cielo y te hubiera movido varios centenares de metros de forma instantánea, manteniendo el coche absolutamente plano y estable en el aire. No “ves” la aceleración, pero tu cuerpo la nota, sobre todo tu cabeza, que se pega instantáneamente al reposacabezas sin posibilidad de moverla.

No en vano, este vehículo se encuentra en lo más alto del podio de aceleración de los vehículos del Race Me Club... y eso que lo componen maravillas de la talla de Ferrari, Porsche o todo un Lambo Huracán...

Porque esa es otra característica del motor que sorprende: su capacidad de ganar velocidad de forma continuada; parece que sólo tenga una marcha por la rapidez con la que realiza los cambios y por el empuje que proporciona, que parece no tener fin. Te hace creer que podría llegar al límite de velocidad sin pausa, mientras tú sigues ahí, con la nuca pegada al asiento. Los datos dicen que cambia en sólo 0.5 segundos -0.2 en modo “R”-, y por una vez se hace incluso innecesario el uso de las levas tras el volante para cambiar de forma manual, pues la propia máquina lo hace con la velocidad necesaria.




Aunque un gran cuentavueltas preside el centro del cuadro de mandos no es necesario preocuparse en exceso por el régimen al que gira el motor, pues en cualquier momento puede exigirse la potencia que se desee únicamente acariciando el acelerador: hay fuerza para dar y regalar y este Nissan es generoso entregándola.



A todo esto, ya he llegado al final de recta, aunque hace sólo un parpadeo que me he incorporado a la pista. Miro de reojo el velocímetro y veo que sólo me muevo en el tercio inferior, pero constato con asombro que ya circulo a más de 120 km/h… realmente, es un vehículo fuera de serie
.
La primera curva es ciega tanto a la entrada como a la salida, pero el GT-R vira con rapidez y seguridad y su bastidor asimila bien las rápidas transferencias de masas a derecha e izquierda. Lo dejo rodar mientras me inscribo en el giro y, en cuanto diviso la salida, me voy a buscar el piano exterior y acelero con más energía. Y el motor empieza a cantar. Literalmente. El escape de titanio tiene una resonancia especial y se complementa con un sistema de sonido activo que lo transmite al habitáculo. A resultas de ello, el sonido es poderoso y excitante, de auténtico deportivo, pero completamente musical y agradable al oído, tanto que incita a escucharlo una y otra y otra vez…


Los tramos rectos pasan a la velocidad de la luz y llego ahora a la primera de las chicanes, donde tiro sin dudar el coche a buscar el vértice interior: la trazada correcta parece entonces surgir de la nada y advierto que prácticamente puedo pasar en línea recta. La siguiente curva, cerrada y de derechas, exige frenar mucho el coche, pero es necesario para salir con buena velocidad y enfrentar correctamente las siguientes enlazadas.


Aquí puedo comprobar la exquisita calibración de las suspensiones, que me permiten pisar los pianos sin que la calidad de rodadura del GT-R se resienta en absoluto, pese a los neumáticos de 20 pulgadas y perfil bajo que monta.


La penúltima curva, mucho más cerrada de lo que parece a simple vista, me obliga a hacer un sobreesfuerzo al frenar para inscribir el coche, pues llego a demasiada velocidad, pero el GT-R sigue dando muestras de sus posibilidades al reducir la velocidad en poquísimos metros y permitiéndome negociar el giro correctamente.


Al salir de la última curva, acelero demasiado pronto y el Nissan me obsequia con un breve latigazo del eje trasero: me recuerda que tiene sus normas y deben respetarse. Me lo parece o he visto un reflejo metálico en la base del parabrisas? Puede ser algo fortuito por la posición del sol o que el samurái ha empezado a desenvainar la espada, respondiendo a mi provocación.

En cualquier caso, hace rápidamente gala de su nobleza, pues basta con aflojar la presión sobre el gas para que recupere al momento la compostura. Aún así, me da la impresión de que se podría controlar a base de acelerador y contravolante, pues no en vano este modelo tiene el récord del derrape realizado a más velocidad, a 305 km/h. Pero eso supondría aceptar el desafío del samurái y enfrentarse cara a cara en una lucha de espadas en alto.


El paso por la línea de meta se realiza con la aguja rozando los 200 km/h, lo cual dice mucho de las capacidades del GT-R. Sigue destacando el razonable nivel sonoro, que me permite mantener una conversación fluida con mi acompañante; éste, a su vez, me sigue instruyendo para, vuelta a vuelta, ir afinando trayectorias y puntos de frenada para acercarme lo máximo posible a las posibilidades que el coche puede ofrecer.

Al volver al parque cerrado, me cruzo con el radical y estruendoso Clio F1 que probé en Montmeló (http://theredstig.blogspot.com.es/2017/11/esencia-de-f1-prueba-racing-renault.html) y no puedo evitar pensar que, pese a tratarse de dos modelos que se encuentran en extremos opuestos del espectro, logran lo mismo: maximizar el placer de conducción aunque por vías radicalmente distintas.


Al bajarme del Nissan constato que aún me guarda una sorpresa más, cuando veo en la portezuela del depósito de gasolina una pegatina que indica que el motor está preparado para funcionar con gasolina de 100 octanos, algo inusual en modelos comerciales.

Y es que por el interior de este GT-R circula combustible de alto octanaje, como he podido experimentar en primera persona.

Y hasta aquí llega esta entrada, la última del 2017, año en el que, además de añadir varios modelos a mi colección de pruebas, he batido mi propio récord del vehículo más potente que he probado -el anterior había sido la berlina de representación Audi S8 de 550 c.v-. Aprovecho para desear a todos un feliz 2018 sobre ruedas y recordar visitar mi página de Facebook (https://www.facebook.com/Theredstig/?ref=bookmarks) para seguir futuras pruebas de modelos -los chicos del Race Me Club me han prometido que me dejarán conducir toda su gama!- y el grupo ConduceCoches para estar al corriente de las posibilidades que las marcas ofrecen para probar gratis sus modelos (https://www.facebook.com/groups/257961934604980/)

En breve, más sensaciones al volante!












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