miércoles, 27 de noviembre de 2019

Imparables! - prueba off-road Ford



Aunque todas las marcas se hayan acabado subiendo al carro de la moda SUV, una de las primeras en darse cuenta del filón que representaban fue la norteamericana Ford. Si el Nissan Qashqai apareció en el 2007, el mismo año se lanzaba la primera generación del Kuga, que ya llevaba un poco más allá el concepto dontándolo de una atractiva carrocería con aires coupé que ahora empieza a extenderse y a triunfar en otros fabricantes. Y no le fue mal a este modelo, pues se aupó al primer puesto de su segmento aunque el japonés acabó por recuperar terreno y arrebatarle el lugar más algo del podio, pese a tener peores acabados y rendimiento en carretera.


Ahora el Kuga se prepara para su tercera generación y la marca del óvalo azul tiene en la recámara otro lanzamiento que dará que hablar por su acertada estética, el Puma, que recupera el nombre de aquel mítico y precioso deportivo derivado del Fiesta de los 90 y que es finalista a coche del año. Pero todo llegará, pues es esta ocasión la marca quería, simplemente, dar a conocer su gama actual, donde además encontramos el urbano Ecosport, el maxi Edge y esa rara avis para nuestro mercado que es el pick-up Ranger.


Como me moría de ganas de probar algo tan fuera de lo común, aproveché que la caravana pasaba por Montmeló y allí me planté una helada mañana de noviembre -el día anterior hasta había nevado en las cercanías-. Aunque la cita era en el circuito, la jornada se llevaba a cabo fuera del mismo, en una zona adyacente a las instalaciones y hasta donde podías llegar con rapidez gracias a un servicio de transfers que habilitaron. Tengo que decir que los eventos de conducción de este tipo que la marca organiza son para quitarse el sombrero; hace unos años tuve la suerte de poder acudir a uno en Panticosa y me obsequiaron con 30 minutos de derrapes a fondo sobre una capa de nieve virgen!. Apuntar que suelen estar por Astun y creo que este año también rondaran por allí, así que mi consejo es montarse una escapadita al Pirineo Aragonés.


Pero esta vez mi objetivo era distinto: triscar lo máximo posible por la tierra al volante de un genuino coche del país de las barras y estrellas. Me hacía especial ilusión porque sube directamente al número 1 de lo más largo que he conducido en mis casi 30 años como conductor (5,40 metros) y porque tenía la esperanza de que Ford se hubiera estirado y hubiera traído su espectacular Ranger Raptor... y así fue!


La cosa es que, si no tienes bastante con el normal -que ya puede dar bastante guerra por sí mismo-, por 20.000 € más que la versión más alta puedes llevarte este otro con especificaciones casi extremas. Visualmente aporta un frontal mucho más agresivo, con la marca FORD en letras gigantes, protecciones plásticas en los pasos de ruedas y las ruedas, claro, de tacos, y que no tengo claro si realmente no son de tractor.


Aunque no se ve, las suspensiones son del especialista Fox y son las que se llevan la mayor parte del sobreprecio, pues junto con las ruedas dan una altura libre de casi 30 centímetros, algo difícil de ver y encontrar en modelos, digamos, comerciales. El interior también recibe un nuevo tratamiento, y monta unos asientos de corte deportivo -un poco ilógicos en un modelo de este tipo pero que visualmente enganchan-, así como una cobertura en símil piel en la parte superior del salpicadero y volante también deportivo. Todo esto mejora bastante el aspecto del interior, pues al estar pensado como vehículo industrial/agrario y construido bajo cánones americanos, usa unos plásticos poco lucidos aunque fabricados a prueba de bomba.


Para acceder al interior es necesario usar a conciencia el estribo lateral, pues la altura no está pensada ni para tallas medias. Igualmente, se agradece la inclusión de un agarradero en el montante delantero que te facilita la tarea de auparte.


Una vez dentro, el acomodo es soberbio, con una gran visibilidad en todas direcciones; por las dimensiones exteriores da la sensación de que tendría que ser como un autobús, pero desde detrás del volante no parece que estés conduciendo un vehículo tan voluminoso, no mucho más que cualquier TT semejante. Incluso la postura de conducción es menos vertical de lo que pudiera parecer a simple vista.



Toca meterse en harina -o en barro, en este caso, tras las últimas lluvias por la zona-, así que situamos el enorme selector de velocidades en D y empezamos a avanzar con suavidad. El cambio tiene nada más ni menos que 10 velocidades y permite su uso secuencial a través de las levas tras el volante; nuevamente, sorprende lo buenas que son... para uso deportivo, pues cubren la mitad del volante, como debe ser, al estilo de las que monta el hiperdinámico Alfa Romeo Giulia. Me indican que circularemos con la reductora conectada, así que no vale la pena acelerar demasiado pues está pensada sólo para afrontar obstáculos a baja velocidad; igualmente, para zonas imposibles, se podría incluso bloquear el eje trasero, aunque hoy no será el caso. Como también tiene sistema electrónico de descensos, no tengo que hacer nada para afrontar la primera parte del recorrido, un talud que termina en un paso de puentes.


Entre la altura libre y el recorrido de las suspensiones, es un juego de niños. Puedes escuchar cómo se van frenando las ruedas para mantener la velocidad estable y es lo único que llegará a tus oídos, pues no se llegan a detectar alarmantes crujidos de la carrocería o del salpicadero. Ni el motor, un diesel de 213 caballos, se deja notar al volante. Al final del camino, me ordenan girar a la derecha entre los árboles y me recuerdan que debo abrirme un poco, encarando una breve pendiente cortada a pico. Sin problemas, ni me he enterado de nada. Comento con mi acompañante el buen tacto de la dirección, rápido y suave como todo buen Ford, más llamativo aquí si cabe si tenemos en cuenta los "zapatos" con los que tiene que lidiar. Nos encontramos ahora en una zona más despejada y decido pisar un poco el acelerador, a ver qué tal responde. Entonces me doy cuenta de que el suelo está lleno de agujeros, y, aunque la carrocería empieza a bambolearse con claridad, lo hace con una dulzura inusitada para un coche de más de dos toneladas y media. Increíble lo bien que trabaja la amortiguación.


Sí que noto claramente el resbalamiento del convertidor de par, más acusado por el efecto de la reductora, pero aún así y todo advierto que el motor tiene bastante más elasticidad de la que su clásica concepción pudiera sugerir. Seguimos ahora por una pista de tierra y montamos dos ruedas en un lateral para degustar levemente de lo que sería capaz en otras manos más expertas que las mías.


Quizás lo más destacable sea la paz de espíritu que proporciona, pues tracciona como un tanque. En estas circunstancias controladas, sólo debes dirigir el volante y tener fe en sus posibilidades, que son muchas. Ahora volvemos a la arboleda y toca superar una pendiente aderezada con barro. Basta con mantener el acelerador estable y pisar un poco más cuando notamos que empezamos a dejar de movernos para que el Raptor siga su camino sin inmutarse; de hecho, es tan capaz, que ni en estas circunstancias llegó a hacer patinar las ruedas.


Me bajo encantando del Ranger y veo que también rondan por allí los Kuga... así que pido probarlo también. Me responden que ningún problema, así que vuelta al ruedo para hacer otro tour.


Mi instructor me comenta que haremos un recorrido bastante semejante al del pick-up. Aunque evitaremos las zonas más complicadas, no parece una gran idea, habida cuenta que el SUV no tiene sistema de descensos ni suspensiones mejoradas... al menos, sí cuenta con tracción 4x4 aunque los neumáticos son específicos de carretera.


En comparación, el Kuga se me aparece ahora como un ligero compacto. Al ser europeo, el interior se muestra más moderno y con mejor aspecto, aunque la calidad de acabado es semejante. Me dirijo, así pues, a la primera bajada y a la zona de cruce de puentes y superamos los primeros metros sin incidencias dejando caer el coche con suavidad y jugando un poco con el freno. Tampoco advierto ruidos sospechosos, y mi copiloto me advierte de que la última parte no es viable por el recorrido de las suspensiones, pero es obvio que ya la zona que acabamos de superar muy pocos de los usuarios de un SUV de este tipo se atreverían ni tan siquiera a plantearse cruzarlas.


Continuamos evolucionando por la pista de tierra y aquí lo noto como un coche ágil y divertido de conducir. Como no hay reductora, puedo darle un poco de alegría, ayudado aquí por el cambio automático de doble embrague que reacciona de forma más natural a la posición del acelerador; se me olvida preguntar la potencia del motor, pero sea el de 150 o el de 180, es más que correcto para sus 1.800 kilos. La pendiente embarrada claramente no es para nosotros (con unos neumáticos M+S otro gallo nos cantaría), pero la última subida entre los árboles sí es accesible: basta con tomar un poco de carrerilla y el Kuga la corona sin esfuerzo.


Muy a mi pesar, la experiencia ha terminado, pero no puedo evitar quedarme un rato por allí, charlando con unos y con otros y haciendo fotos pese al frío que hace, empezando a darle vueltas al texto y a lo que quiero explicar de esta mañana. De vuelta al parking aún estoy un rato más observando de cerca los modelos de exposición, pulcramente aparcados sobre el asfalto, limpios y relucientes.

Pobrecitos!.




Y hasta aquí esta entrada que espero que haya raptado vuestra atención. En breve, más sensaciones al volante!.




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