martes, 29 de enero de 2019

Yo, Robot - contacto Ford Focus



No sé si lo había comentado ya antes, pero mi relación con la marca Ford viene de lejos: de hecho, desde el año 98, cuando lanzaron el primer Focus. En aquella época yo ya estaba bastante escarmentado de tener que ir conduciendo los coches que podía -el último, el inolvidable Alfa Romeo 33- en vez de los quería y me empeñé en comprarme uno nuevo. Ya había probado el Fiesta de la época y me había causado una gran impresión por la calidad de sus interiores y de su estabilidad a prueba de bomba, así que tenía un claro candidato. Además, si el carnet de conducir me lo saqué con un Escort, tenía una cierta coherencia que siguiera en la marca del óvalo azul.


Pero cuando estaba mirando marcas y modelos, llegó el Focus, el bombazo de su época, con su rompedor diseño y elaborada suspensión. Ni que decir tiene que hice mil cálculos para ver si podía salvar los 3.000€ de diferencia que le separaban de su hermano pequeño, pero al final no pudo ser y me tuve que quedar en el segmento inferior. Como buen Tauro, a cabezón no me gana nadie, así que, en cuanto acabé de pagarlo me lo cambié por un Focus aprovechando que la familia crecía e iba a necesitar más espacio (gran excusa!); por desgracia, en seguida vi que había hecho corto, por lo que también lo cambié a los 5 años, esta vez por un capaz C-Max de 1ª generación al que aún no le he encontrado ninguna pega tras 12 años que me haya dado la excusa para jubilarlo...



Porqué me he mantenido fiel a la marca durante 20 años? no me considero un incondicional y confieso que en cada cambio de vehículo coqueteé con otras marcas y modelos (Hyundai Accent, Opel Corsa, Peugeot 308, Seat Altea, Opel Zafira) pero siempre me acabó convenciendo más el del emblema azul pitufo... bien, voy a intentar explicarlo con la ayuda de este Focus que llega ya a la cuarta generación. En el diseño exterior me alegra ver que se ha recuperado la fuerza del primero. Ok, no es la revolución que supuso a finales del siglo pasado con las lineas rectas del estilo New Edge, pero al menos deja de lado la atonía de la segunda y tercera... sobretodo la segunda, como demostraron los gamberretes de Top Gear al dejar uno aparcado en plena calle meses antes de su lanzamiento sin que nadie le hiciera el más mínimo caso!. Aquí continúa ganando peso el largo morro coronado por la calandra de 6 lados tipo Aston Martin y las líneas tensionadas y sinuosas rodean el coche. Ford y Mazda andaron de la mano varios años y no logro quitarme de la cabeza el aspecto musculado de los nipones al verlo, aunque se le reconoce rápidamente como un genuino Focus. De hecho, sus superficies están tan estiradas que incluso disimula lo largo que es (4,38 m.), 20 centímetros más, por cierto, que el del año 98.



Si pasamos al interior, observamos que ha habido un cambio radical respecto al modelo saliente.



El diseño tecnificado y abrumador se ha visto sustituido por la sencillez y el minimalismo. Si el anterior "se te echaba encima", ahora parece huir de tí, con la parte inferior alejándose del cuerpo de los ocupantes. Donde más se acusa este efecto es el lado izquierdo, generando una sensación de espacio que ya había notado antes... en concreto en el interior del Audi Q7.


Comparado con el exterior, el salpicadero pierde fuerza. Sigue la tónica generalizada de las lineas horizontales y de una consola central coronada por la pantalla multifunción táctil, aunque aún mantiene bastantes mandos físicos para manejar la climatización o la radio (curioso: con una moldura que engloba los botones con las salidas de aire y que repite la forma hexagonal de la parrilla). Como decía, la pantalla central queda alta, como si estuviera situada encima más que integrada, al estilo que inauguró el Mercedes Clase A reloaded y que tuvo tantos detractores en su momento.


Lo que no se le puede negar es la gran calidad y la buena terminación que muestra, un punto en el que la marca destaca y que a mí siempre me ha convencido. Más aún si cabe, en este acabado ST line, con su grueso y mullido aro de volante y los duros asientos ribeteados en rojo.


Para la prueba dinámica las unidades disponibles mostraban una configuración bastante peculiar: mientras que Ford destaca por el buen tacto de sus cajas de cambio y por sus avanzados motores de gasolina (desde aquel Zetec 1.25 16 V de mi Fiesta hasta los tricilíndricos de un litro turboalimentados actuales), los Focus para probar eran diesel y de cambio automático... si tenemos en cuenta la psicosis actual al gasóleo y el poco cariño que a este tipo de cajas se le ha tenido habitualmente en nuestro mercado, no puede negarse que estamos ante una combinación poco usual, pero vaya,  el que no arriesga, no gana.


Cuando empiezo a rodar por el parking del centro comercial hago mentalmente un salto atrás en el tiempo, recordando aquel Fiesta 1.4 Sport que me dio a conocer a la Ford moderna gracias a unas pruebas dinámicas -sí, ya entonces me apuntaba a todas!-. Este diesel es un 1.5 de 120 cv, lo habitual, y tiene unas prestaciones normales para sus características, aunque no puedo evitar notarlo demasiado ruidoso en comparación con lo fino y agradables al oído que son los gasolina equivalentes: siempre he conducido este tipo de motores en mis coches y no creo que vaya a cambiar de gustos a esta altura de la película. El cambio es de convertidor de par, con 8 posiciones fijas que simulan ser otras tantas marchas y que se pueden manejar desde levas en el volante. La selección se realiza desde un mando giratorio situado donde iría la palanca tradicional, al estilo de los del grupo JLR y la verdad es que es una solución muy práctica y fácil de usar, combinado con las grandes indicaciones que aparecen en la parte inferior del cuadro de mandos para saber en todo momento es qué posición estás.


Mientras maniobro entre las filas de coches aparcados, noto que el pedal del freno tiene un tacto peculiar, pues es muy corto y duro y el empuje continuado del cambio hace que tengas que afinar bastante en el momento de detener el coche para lograr dejarlo donde realmente te interesa. No es tan natural en este aspecto como un buen cambio de doble embrague, pero logra eliminar la desconcertante sensación de resbalamiento al acelerar que te asalta con cualquier Toyota, por ejemplo. Como suele ser habitual, tienes tres tipos de modo de conducción, Normal, Sport y Eco, seleccionables a toque de botón desde un mando en la consola central. Está bien situado, cerca del asiento, pero no tiene ningún resalte que haga fácil accionarlo al tacto y en marcha; aquí, tengo que decir que no entiendo porqué las marcas no lo colocan en el volante (cosa que sí me encontré en el H-CR, por cierto) en vez de otros mandos, a mi parecer, menos habituales de usar...


Cuando salimos al exterior, el azafato de la marca me avisa de que estoy a punto de ver algo que nunca había experimentado hasta el momento. Como estamos en el año Blade Runner estoy a punto de responderle con aquello de: "Yo he visto cosas que nunca creeríais. Naves en llamas más allá de Orión, Rayos C brillar en la oscuridad, Mercedes en Austria sobre hielo y nieveLand Rover's en el JaramaPeugeot's bajo la lluvia en Montmelo y Alfa's Romeo en Castellolí... pero tengo que reconocer que lo que ofrece el nuevo Focus aún no lo había encontrado todavía tan completo y, menos aún, en un fabricante generalista.



Los asistentes que monta permiten ya un alto grado de conducción automatizada (o debería decir robotizada?) que permiten que, en múltiples ocasiones el conductor se convierta en un "supervisor" más que en el auténtico "controlador" de las maniobras. Ya son habituales el control de crucero y el sistema de centrado en el carril, pero aquí podías soltar el volante y advertir cómo el solito se manejaba perfectamente en curva y recta, aunque sigue siendo necesario devolverlas a su sitio al poco tiempo, pues no permite retirarlas más que unos pocos segundos. El control de crucero, por su parte, se combina con el sistema de detección de señales, por lo que puede adaptarse automáticamente a la velocidad de la vía -adiós multas!-, llegando incluso a frenar por completo el coche y volver a ponerlo en marcha siguiendo al que te precede, con lo que también se puede usar en atascos además de en carreteras despejadas.
El Focus nos pone a un tiro de piedra del coche autónomo 100% aunque aún necesita un par de ajustes. Por ejemplo, no detecta las señales luminosas que varían la velocidad de la vía -multa al canto!- y no tiene algo que el conductor sí y que es básico: la visión periférica. Esto lo comprobé cuando, circulando por el carril de la derecha, se despejó la vía y el coche empezó a ganar velocidad de inmediato (cuando acelera o frena lo hace sin compasión) y por el carril de aceleración apareció un camión que pretendía incorporarse al mío... cualquier conductor humano habría aligerado ligeramente la presión sobre el acelerador, pero los sensores sólo detectan el obstáculo cuando está justo enfrente, por lo que el Focus siguió a lo suyo en busca de la velocidad máxima permitida. Obviamente tuve que frenar yo, decidir qué hacer y tomar el control en última instancia; vamos, como el profesor de la autoescuela cuando te pisaba el freno, lo cual me reafirma en mi idea de que el automatismo pleno aún está en fase de aprendizaje. Por cierto, reactivar todos los sistemas se hace con dos botones, lo cual facilita mucho su uso rápido durante la conducción.


Si no lo has probado, lo recomiendo totalmente, pues te transmite una relajación total en los trayectos más monótonos. Y para cuando quieras disfrutar de la conducción, no podemos olvidar los valores que el compacto de Ford ha demostrado desde la primera generación, aquella que montaba una suspensión trasera multibrazo tan cara y elaborada que las marcas la acabaron reservando sólo para las versiones más deportivas. Me refiero, evidentemente, a su magnífico rodar, estable en recta y ágil en curva y a la perfecta dirección, rápida y eficaz en cualquier circunstancia, aunque el volante achatado me sorprendió en algún giro de 180 grados al no encontrar el aro donde pensaba que debería estar.


El día que probé el desbocado Mustang GT, me encontré con una amiga que me dijo que admiraba mi capacidad para gestionar la frustración, pues si ella tuviera la oportunidad de probar tales maravillas para luego tener que devolverlos y seguir con el suyo, andaría de depre en depre. Esto me llamó mucho la atención, pues nunca me lo había planteado así, pero, como decía al principio, tras tantos años no le puedo achacar ni un solo defecto a mi C-Max. Evidentemente no tiene ni una sola pantallita digital y el consumo está a años luz de los actuales, pero es fiable, cómodo, amplio, versátil, divertido de conducir y su precio era de los mejores de su segmento cuando lo compré.

Al final resultará que sí que soy un enamorado de Ford y no me había dado cuenta!


En breve, más sensaciones al volante en mi blog.
















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