martes, 19 de septiembre de 2017

Amsterdam, territorio Tesla




Si pensamos en Amsterdam, a todos nos vienen a la cabeza las cosas típicas: los escaparates, los canales, las bicicletas, el barrio rojo... pero, ¿qué nos depara esta vibrante ciudad en materia automovilística?.

Lo primero que se advierte al poner un pie en la calle es que circular en coche debe ser una auténtica locura: peatones, bicicletas, tranvías y coches se mueven a sus anchas y comparten el espacio sin ningún rubor.


Casi no hay semáforos y en las zonas más turísticas es fácil verse rodeado de gente y de bicicletas, auténticos enjambres que se desplazan a pie o a fuerza de pedales en todas direcciones. Afortunadamente, el código de circulación, al igual que el de los piratas en Piratas del Caribe, es más bien una serie de recomendaciones que un auténtico código y no hay problema en, por ejemplo, hacer un cambio de sentido en medio de la calle por encima de una isleta... que el tranvia debe pararse? pues ya se parará, no problem!. Y lo más curioso del caso es que todo esto sucede sin que venga a continuación una batalla de gritos o un concierto de cláxon!. Simplemente, se circula de esa manera, todo el mundo lo tiene asumido y tan felices.


Lo de las bicicletas resulta digno de explicarse: da igual a donde mires, da igual la hora que sea, siempre verás a alguien pasar montado en una, a toda velocidad y haciendo slalom entre la gente o encontrarás alguna atada a cualquier sitio.


Hay párkings de varios pisos atestados de ellas, están en las barandillas de los canales, en las farolas, a la puerta de las casas... incontables bicicletas, generalmente oxidadas por estar a la intemperie, siempre las típicas de paseo holandesas, pues por allí parecen desconocer los modelos MTB. Al final del viaje llegué a pensar que, en verdad, es una especie de sistema comunitario de préstamo, en el que tu dejas una el primer día y luego ya vas cogiendo la que te viene bien.

Pero como decía en el título, lo que sin duda te hará girar la cabeza y fruncir el ceño es la abundancia de modelos Tesla que encontrarás.




Mientras que en España están empezando a abrir puntos de venta y es harto difícil encontrarse con uno, allí parece que los regalen comprando un pack de yogures e incluso los verás haciendo de taxi. Evidentemente, no pude evitar la tentación de hacerme una foto delante de una de sus "boutiques" -más que concesionarios al uso, son pequeñas tiendas con un par de coches y poco más- y admirar el estilazo de una marca que está llamada a revolucionar el sector. Es justo reconocer , eso sí, que Amsterdam es una ciudad electrizante y eléctrica que se lo ha puesto fácil, pues en cada calle encontramos 2 puestos de recarga para 2 vehículos eléctricos cada uno, y que no parecían tener un sistema de pago integrado.


Otra cosa que advertí es que estos puestos de recarga estaban monopolizados por vehículos premium: cuando no era un Tesla el que estaba enganchado, era fácil encontrar modelos plug-in de Mercedes y Volvo junto a un más terrenal Outlander.


Ningún Renault o Nissan, los eléctricos más accesibles. Incluso me encontré algún BMW i3 y un coche que jamás pensé que vería fuera de un salón, un i8, que debía tener algún tipo de alarma volumétrica pues se activaba en cuanto te acercabas demasiado y al que no me atreví a sacarle una foto...


Paradójicamente, también abundaban una especie de cochecitos eléctricos, semejantes a los carricoches para jugar al golf y que podías encontrar por todos lados.


Para más información sobre modelos eléctricos y su conducción, aquí enlazo un par de pruebas, al Nissan Leaf (http://theredstig.blogspot.com.es/2016/01/el-chiste-de-la-electricidad-es-muy.html) y a los modelos probados en Expoelectric (http://theredstig.blogspot.com.es/2016/10/mundo-futuro-visita-expoelectric.html)


En definitiva, una ciudad que parece una ventana a un futuro en el que cargaremos el coche a diario como cargamos el móvil, poblada por coches silenciosos, eficientes y autónomos, pero en el que, a buen seguro, quedará hueco para maravillas como este Ferrari que me encontré el último día delante del Rijksmuseum -¿será una señal sobre dónde acabarán estos coches?- y que pasó atronando entre las pacíficas bicicletas.


En breve, más sensaciones al volante!

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