miércoles, 7 de junio de 2017

Por las tierras del WRC: Turismo en Cerdeña.





Ahora que ya se va acercando el calor y, quien más quien menos, todos estamos empezando a hacer cábalas cara al verano, me gustaría hablaros sobre un destino que parece estar en boca de todo el mundo y que realmente vale la pena: la isla de Cerdeña.

Por unos 350€ por persona, es posible contratar un viaje de una semana que incluye viaje de ida y vuelta en barco con Grimaldi (con camarote para la ida y embarque de coche) y un apartamento con piscina en la costa norte de la isla, la más turística. La pega es que el viaje con esta naviera ha sido una de las experiencias más desagradables de mi vida en materia de turismo, pero para llegar al cielo a veces es necesario pasar por el purgatorio...

De entrada, el barco, que tenía prevista la salida a las 22:00, salió a las 24:30 horas; y por lo que supe después, esto es lo más normal del mundo. Como el viaje son 12 horas de navegación clavadas, ya puedes calcular que hasta las 13 horas del día siguiente no pisarás tierras italianas.

Puesto que los acompañantes suben por las pasarelas y el conductor debe embarcar su propio vehículo, mi recomendación es que lleve lectura, películas o crucigramas en abundancia, pues la espera se le hará larga al volante, mientras filas interminables de camiones van pasando hasta que sea su turno.



Cuando le toque, será una experiencia digna de recordar, pues es como entrar en una iglesia Steam-Punk diseñada por H.R. Giger, con altas paredes de metal de formas orgánicas, tan sucias y negras que ni la luz puede escapar de ellas. Al menos en la zona de los camiones, pues luego toca encarar una pendiente que te lleva al parking de los coches, semejante al aparcamiento de cualquier centro comercial. Cuando te encuentras con el trabajador que te indica donde aparcar, empiezas a ver que aquello va a ser divertido; lo normal es que sea una persona acostumbrada a hacerse entender a gritos con camioneros de toda Europa a los que debe guiar a base de gestos y aspavientos y que no se da cuenta de que yo no estoy a una altura de 2 metros y a la distancia de un campo de fútbol, sino prácticamente a su lado. Así, se palmotea el trasero y grita "CULO, CULO", para indicarme que debo aparcar haciendo marcha atrás, todo con muchos nervios y stress por su parte... y oiga, que yo estoy de vacaciones!.

Al abandonar el coche debes sacar todo lo que te vaya a hacer falta durante el trayecto, pues la zona no es accesible durante la navegación. Mi recomendación es llevar una maleta pequeña para pasar la noche y cargar con toda la comida que se desee, pues no hay ningún problema en plantarte en cualquier mesa de la terraza exterior con tuppers, bebidas, bocadillos... además,la comida es bastante cara y de una calidad ínfima. Si en el bar pueden comprarse hamburguesas y porciones de pizza a un precio exagerado, en el buffet libre el atraco es de escándalo y la calidad es aún peor, así que mejor acarrear con víveres sin vergüenza.

El camarote es interior y de la anchura de un pasillo, pero lo que hace difícil descansar en condiciones es la vibración y el lejano sonido de los motores. Después de pasar la noche como mejor se puede, obtienes la primera recompensa del viaje cuando sales a la cubierta y te encuentras con que tu mundo se reduce a tres cosas: el mar, el cielo y el barco en el que te encuentras... espectacular! en una panorámica de 360 grados no verás otra cosa que el azul te rodea y que empieza a reconciliarte con el barquito.


Durante el resto de la mañana, puedes pasear arriba y abajo por la cubierta y por el interior del laberíntico buque, disfrutar del sol, ver el reflejo de la luz en el agua, jugar con el viento y lo más hipnotizante: ir a la parte trasera a observar cómo la estela que dejan los motores se pierde en el horizonte... poético y relajante a partes iguales. Por cierto, aviso a navegantes, pero de internet, en este caso: aunque tengas contratada tarifa que incluye Europa, "alta mar" no está incluida, así que la factura del móvil puede ser de antología por el coste del roaming.


A medida que se acerca el mediodía, verás aparecer una fina linea de tierra que se irá ensanchando hasta convertirse en la isla de Cerdeña y la diversión pasará a ser entonces observar cómo el barco gira sobre sí mismo con la elegancia de una bailarina para atracar. En ese momento, darán la orden para que los pasajeros se dirijan a los coches y tocará esperar de nuevo pacientemente a que toque desembarcar, pero, al menos esta vez, lo haréis todos juntos, y así tu coche habrá recorrido 600 km. sin haber hecho girar las ruedas ni una sola vez.

La isla tiene unos 100 km. de ancho por 200 de largo. A priori, no parece excesivo, si no fuera por una salvedad: sólo hay dos autovías, una de norte a sur y otra a medio construir de sentido este-oeste en la zona central de la isla. El resto, simples carreteras con un carril en cada sentido y para de contar. Así, si desembarcas en Porto Torres y tu alojamiento está en la zona del archipiélago de La Magdalena -lo usual-, calcula un par de horas por los solitarios caminos que bordean la costa y suben alguna que otra montañita hasta llegar a tu destino.


Las curvas son suaves en general y puede conducirse de forma relajada: el paisaje invita a pasear desde detrás del volante, pero si viajas con gente propensa al mareo, mejor plantearse otro destino, pues es imposible evitar este tipo de tramos. Por el contrario, si tienes alma de motero aunque te muevas sobre 4 ruedas, es un viaje imprescindible, en el que poco importa tardar más o menos horas en llegar adondequiera que te dirijas: se disfruta cada metro del recorrido. Como curiosidad: si en La Toscana los Fiat Panda eran legión (http://theredstig.blogspot.com.es/2016/05/en-pandilla-por-la-toscana.html), aquí será fácil que te encuentres rodando detrás de un 500X siempre a ritmos legales, pese a la mala fama que arrastran los conductores italianos.

Otra cosa que se advierte enseguida es la presencia de forma regular a ambos lados de la carretera de unos soportes de poca altura.



En principio no entendí que pintaban, situados en los arcenes de forma tan peligrosa en caso de salida de la vía... hasta que se hizo de noche. Si se da el caso, mejor que equipes buenos faros, porque no hay una sola carretera iluminada con farolas: el catadióptrico rojo es lo único que te ayudará a calcular cómo mantenerte dentro de la calzada entre curva y curva. Y una última recomendación sobre la carretera: mejor llevar el depósito lleno de casa!. Mientras la gasolina rondaba el euro con poco y el diesel no llegaba a 1€, allí superaban los 1.40 y 1.30 respectivamente... un 30% más caro, ni más ni más menos.



Dicho sea de paso, es una isla cara, pues es un destino vacacional considerado de alto nivel económico; es interesante acercarse a Porto Cervo, una especie de Marbella, donde los coches más caros circulan sin pudor y donde pude ver de cerca mi primer concesionario Rolls Royce a pie del paseo marítimo.

Esto hace que en las visitas al súper te des cuenta de lo barata que está la comida por comparación en España: es fácil duplicar el precio del carro de la compra sin hacer nada especial. Divertidísimo es el tema de las frituras; resulta que allí no fríen con aceite de oliva, sino con un mejunje de color naranja o amarillo que vete a saber qué lleva. Hay aceite, pero es sólo del premium y cuesta como una botella de vino del bueno; al final encontramos un aceite de orujo de oliva a un precio razonable y es el que acabamos usando para la sarten.

 Mención aparte merece el tema del alcohol, carísimo. En un restaurante lo normal es pagar 5 € por una cerveza. Por cierto, tienen una marca propia, Ichnusa, bastante buena, con la chapa adornada con la bandera de la isla y que puedes encontrar por todos lados. Sobre la gastronomía, apuntar que triunfan las pizzas y los helados, baratos y buenísimos en ambos casos.


Si circular por sus carreteras ya es un placer que vale la pena, las playas es el fin último de un viaje a Cerdeña.


En la semana que estuvimos allí de vacaciones, no nos hizo falta alejarnos más de 20 km. del apartamento para ir visitando las distintas playas que salpican la zona: amplias de arena blanca o estrechas entre pinos la característica común a todas ellas es lo poco masificadas que están y lo limpia y cristalina que puede llegar a ser el agua.


Al estar prohibidos los mega-hoteles, el turismo está muy controlado y te permite darte el inmenso lujo de salir del apartamento a las 11 de la mañana, aparcar sobre la arena y plantar la toalla en primera linea. Y si por lo que sea no te convence, te vas al coche y a los pocos kilómetros encuentras otra totalmente distinta y solitaria. El tema playero puede redondearse con una visita en barco al archipiélago protegido de La Magdalena, doblemente paradisíaco, aunque aquí si que es fácil encontrar más gente al llegar los barcos en grupo.


Mi última recomendación sobre los paisajes pasan por una visita al Capo Testa, en el extremo norte de la isla, desde donde es posible ver parte de la cercana isla de Córcega. En mi caso, aproveché para hacer la visita a última hora y ver la puesta de sol desde allí; la luz, las piedras blancas enormes, el mar... dan lugar a un conjunto irrepetible y es un espectáculo digno de contemplarse.


Como buen turista cochero que soy, mi idea primigenia era, como mínimo, rodear toda la isla para no dejar ningún rincón sin visitar; el día que me acerqué a conocer l'Alguer me dí cuenta de que quizás mejor lo dejaría para otro año, pues tardé como 3 horas en cruzar la isla de este a oeste... a ese ritmo, me podía llevar más de 24 horas bordearla entera!. De esta manera, me contenté con visitar las pequeñas poblaciones cercanas a mi apartamento en Santa Teresa Gallura y añadir la citada Alguer y la imagen icónica por excelencia, Castelsardo.



Ambas son villas medievales, con las típicas callejas empedradas y estrechas.



 Castellsardo aporta el encanto de su ubicación, en lo alto de un promontorio asomado al mar. La parte baja es moderna, sin más interés, pero la parte alta, dentro de las murallas del castillo es de visita imprescindible: abundan los restaurantes con espectaculares vistas y las tiendas de recuerdos, se visita con rapidez y, aunque las calles son empinadas, está llena de rincones fotografiables.



L'Alguer, por su parte, disfruta de un amplio paseo marítimo e, igualmente, de una zona amurallada medieval, aunque en este caso te ahorras la escalada por estar a nivel de mar toda la ciudad.



Igual que en la anterior, merece mucho la pena callejear, entrar en las tiendas de recuerdos -abunda el coral rojo-, montar en un carro que pasea turistas tirado por un caballo  y que esconde un pequeño secreto y sorprenderse de lo presente que está la lengua catalana, en forma de carteles, anuncios de cursos, camareros que lo hablan con un curioso acento italiano...etc




En esta zona es posible visitar la Grotte di Nettuno, situado a unos km. de la ciudad y al pie de un acantilado marino. Para llegar tienes dos opciones: bajar los 300 escalones talladas en la roca (y volverlos a subir a la vuelta) o, si no te apetece, tomar un barquito que te llevará de excursión por toda la zona, aunque en el precio del billete no está incluida la entrada a la cueva, con lo que barato no sale. En mi caso, como no tenía ganas de pagar ni de escalar, decidí que al final, vista una gruta vistas todas.

Y poco más puedo añadir sobre la isla; en todo caso, hacer un par de recomendaciones sobre el apartamento antes de pasar a la traca final que supuso la vuelta a Barcelona con Grimaldi... La primera, leerse la hoja de información -si la hay- sobre el piso alquilado; aunque esté sólo en inglés e italiano, puedes encontrarte con la sorpresa de llevar allí tres días bebiendo agua del grifo y enterarte de que no es potable aunque puedas cocinar y ducharte sin problemas. La segunda, llevar dinero en efectivo, porque suelen pedir una fianza de unos 200€ retornables y no aceptan tarjetas.

Respecto a la vuelta, si la ida me pareció tremenda, la vuelta sólo se puede calificar de surrealista, con un lío tras otro.

La salida del barco estaba prevista para las 06:00; puesto que recomiendan llegar con 2 horas de antelación, resolvimos que más nos valía estirar la cena, no dormir y que en las 12 horas de vuelta ya daríamos alguna cabezada. Para nuestra sorpresa, el día anterior recibimos un SMS indicándonos que el barco iba con retraso y que saldría a las 13:00 del mismo día. Pensamos que no hay mal que por bien no venga -al menos dormiríamos una noche más en una cama-, aunque de llegar a las 18:00 saltábamos a la 01:00 del otro día. Qué haremos!.

Al llegar al embarque, nos enteramos de que había pasajeros que no habían recibido el aviso, por lo que llevaban allí desde la madrugada. Los coches iban llegando y, charlando con unos y otros, nos enteramos que el problema era que alguien había saltado de otro barco de la compañía cuando llegaba a puerto y de ahí el retraso; flaco favor, pues en la cola conocimos a gente de toda España que tenía previsto salir para su ciudad en cuanto atracáramos en Barcelona, muchos con más de 600 km. por delante.

Cuando llegó el barco, entre que salían los pasajeros y entrábamos nosotros, nos dieron las 2 de la tarde, con lo que eso suponía sobre la hora de llegada. Aquí empezamos a ver que la tripulación estaba de los nervios, pues azuzaban a los viajeros sin ningún rubor ni modales: sólo les faltó sacar un látigo!. El remate fue cuando a un señor se le paró el coche a pocos metros del barco y otro se bajó para sacar unos cables para ponerlo en marcha: cuando por fin arrancaron el coche, sólo les dio tiempo de ver cómo el barco levaba anclas y se marchaba, dejándolos a ambos en tierra... por 5 minutos, cuando se arrastraban horas de retraso! Evidentemente, el drama y el escándalo fue de los que hacen historia, porque la familia de los dos hombres ya estaban embarcados y todas sus pertenencias se habían quedado en tierra con ellos. La solución de Grimaldi fue antológica: montarlos -gratis- en el siguiente barco a Roma, hacerles volver a Cerdeña y, de ahí, a Barcelona, con un total de 36 horas de navegación. Y de nada sirvieron las amenazas y las quejas; era lo que había y punto.

Para compensar un poco el desaguisado, nos ofrecieron cenar gratis en el buffet -el menú más económico, no os vayáis a pensar-. Igual que antes, el trato de los camareros fue carcelario y la calidad de la comida no fue mucho más allá; de hecho, me medio-comí una hamburguesa que aún no tengo claro si era de carne o pescado, pues el sabor era absolutamente inidentificable.

Al cabo de un tiempo, nos enteramos de que la compañía ofrecía una compensación a los afectados por el viajecito: un descuento en otros viajes con Grimaldi! Ver para creer, aunque tengo que reconocer que volveré a Cerdeña, pues el viaje vale la pena y mucho... aunque quizás me plantee tomar el avión!.



En breve, más sensaciones al volante!







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