miércoles, 16 de diciembre de 2015

Sobre 4 ruedas... virtuales

Este fin de semana pasado se ha disputado la Ford Perfomance Championship. En cristiano, una competición virtual en el juego de X-box Forza Motosport 6, pero con jugosos premios reales; el primero, sin ir más lejos, la posibilidad de competir en una carrera auténtica, las 24 h. en el circuito del Jarama.




Y con pocas esperanzas de ganar, pero sin pensármelo 2 veces, me apunté y me fui para allá, al concesionario Ford Covesa de Badalona a dar vueltas para intentar conseguir los mejores cronos. Como siempre digo, si voy, tengo una posibilidad entre mil, si no voy, cero entre mil; y es que ver un volante me pierde y nunca se sabe cuando puede sonar la flauta. Si este verano me colé en una competición de Land Rover para ir a Australia sin haber tenido en la vida un TT, el remate sería poder competir en un circuito sin haber tenido nunca un deportivo...

La competición se hacía en 2 partes: primero tenías una semana para ir a practicar al concesionario y luego, en un día, tenías que dar las 3 vueltas que marcarían tu clasificación final, aunque si de chiripa tu mejor vuelta era durante la semana se respetaba. La verdad es que me encantan los concesionarios. Huelen a coche nuevo -uno de los mejores olores del mundo-, y los puedes ver allí, bajo los focos, tan limpios y relucientes; hasta los neumáticos están impolutos, algo que nunca más verás en tu coche. Es cruzar esas puertas y sentir la ilusión de estrenar coche. Una vez en el concesionario, me explicaron el funcionamiento del juego y me permitieron entrenar lo que hiciera falta, a mi libre albedrío, a los mandos de la última maravilla de Ford, el nuevo GT. Pese a las vueltas que dí, mi mejor tiempo no bajó de 1:52, normalito, sin más, pero es que al no conocer el juego es difícil reglar el coche de manera óptima. Aún así, me presenté el sábado a primera hora, dispuesto a mejorar en lo posible, pero no hubo manera de bajar cronos, aunque en la configuración de automático y con las ayudas conectadas, es casi imposible. Y así lo verifiqué, cuando el siguiente piloto rebajó mi tiempo en 5 segundos, al jugar sin ayudas y con cambio manual. Otra vez será!


Y eso que mi relación con los videojuegos viene de lejos. Si los coches son mi gran pasión, los videojuegos saltan directamente al número 2 de mis hobbys. Evidentemente, mejor si son de conducción, pero también he disfrutado como un loco con aventuras tipo Resident Evil, Uncharted, Kill Zone, o aquel prehistórico Abu Simbel Profanation.

En cierto manera tiene sentido mi afición a estar delante de un monitor o televisor con un mando entre las mandos. Cuando no tenía edad para tener carnet de conducir, porque no dejaba de ser un buen sucedáneo; y cuando por fin lo tuve, para poder conducir todo tipo de vehículos en circunstancias que difícilmente podré reproducir en la vida real. Parece una tontería, pero los videojuegos actuales están más cerca de auténticos simuladores que de simples pasatiempos, y, si hasta los pilotos de F1 pasan horas delante de las pantallas para mejorar sus tiempos, algo deben tener.





Uno de los primero recuerdos que tengo de mi vida es en un oscuro bar, encaramado a una máquina como bien podía -creo que hasta me dejaron un taburete-, manejando un rectángulo con un cuadrado en cada extremo y que se suponía que era un monoplaza por una especie de laberinto huyendo de otro teórico bólido. Y es que cuando yo era pequeño era difícil disfrutar de este tipo de entretenimientos: los salones recreativos ("los billares") eran territorio comanche reservado para los más valientes y en algún bar podías encontrar alguna máquina lo suficiente escondida para entrar a jugar sin que te echaran ipso-facto. Y poco más. Los videojuegos para el hogar eran máquinas de ciencia-ficción y estaban tan en pañales que daban más risa que otra cosa. De aquella época recuerdo otro mítico, el Spy-Hunter, con un coche que disparaba misiles y soltaba aceite para defenderse de los ataques de sus perseguidores y que estaba situado en el extremo de un bar, justo al lado de una puerta, por lo que era fácil colarse un rato.

Poco a poco las recreativas fueron mejorando gráficos y los salones se fueron abriendo a todo tipo de público. Aparecieron nombre míticos como el Out Run o el Toyota Celica Carlos Sainz, uno con volante y acelerador incorporado y otro con el típico joystick de las recreativas pero muy, muy divertido. Pero el gran bombazo llegó con los juegos que incluían un asiento e, incluso, un coche entero para sentarse.



Así, teníamos el Sega Road Mobile, que incluía el plus de que el coche entero se inclinaba en las curvas y un detalle graciosísimo: un sonic colgando del retrovisor virtual interior que se movía al compás de las inclinaciones reales del coche.

Pero mi favorito de todos los tiempos fue éste



El gran Ridge Racer. Raro era el fin de semana que no me acercaba al extinto salón de las Ramblas para echar una partidita. Era carísimo para la época (3 € cada partida), pero lo valía. Nada más acercarte ya empezabas a oir a todo volumen el grito de IT'S A RIDGE RACEEEEEEERRR resonando por la calle. Al acercarte, te encontrabas que el habitáculo de juego era un Mazda Mx-5 auténtico rodeado por 3 pantallas gigantes que cubrían todo el campo visual. Impactante. El videojuego definitivo. Desde entonces, para mí, este coche no se llama Mx-5 (o Miata en Japón) sino, directamente, Mazda Ridge Racer.

El juego, además, era bueno: se trataba de una carrera a 3 vueltas en un circuito urbano cerrado en el que era vital dominar la técnica del derrape para salir airoso de cada curva. Increíble. Aunque el coche no estaba montado sobre sistemas hidráulicos, la sensación era de ir dando bandazos sobre el aslfalto. Tristemente, supuso el canto del cisne de este tipo de juegos, canibalizados por las consolas caseras. Aún así, larga vida al rey!.

Como buen jugón, pues, intenté conseguir lo antes posible un ordenador para jugar en casa. Horas y horas machacando teclados y Joysticks, recorriendo circuitos en el Rockn-Roller, esquivando obstáculos en el Buggy Boy, o cruzando ciudades fantasma en el Lotus Turbo Esprit me ayudaban a superar mis ansias de volante.

Y al igual que pasó con el Ridge Racer, un buen día apareció otro juego que me cambió la vida, el Colin McRae Rally de Play Station 1



Y si este juego me marcó, es porque ya podemos dejar de lado lo de "juego" y pasar a hablar de "simuladores". Cada coche tenía su estilo de conducción, era posible reglarlos a tu gusto (dureza de las suspensiones, desarrollo del cambio de marchas, preponderancia del eje trasero o del delantero en las frenadas y las aceleraciones...), había varios tipos de superficie (nieve, tierra, arena, asfalto) y las técnicas de conducción eran reales, tanto que primero había una autoescuela para aprender a derrapar, frenar, trazar...

No me resisto a contar un par de anécdotas: la primera vez que hice una excursión real en buggy apliqué las técnicas del Colin... y funcionaban! podía salir de las curvas derrapando y haciendo contravolante como si lo hubiera hecho toda la vida!. Otra vez, conduciendo bajo una nevada por una carretera de curvas y con poca visibilidad, mi mujer me preguntó que si no tenía miedo, que ella en mi lugar no se atrevería a conducir en esas condiciones... le respondí, medio en broma, medio en serio que, después de haber disputado el Rally de Suecia, aquello era pan comido... y es que realmente me sentía confiado pese a notar cómo las ruedas perdían adherencia en cada curva y el coche tendía a abrir la trazada; lo dicho, como si fuera finlandés y llevara toda la vida conduciendo así.

Gracias, al Colin descubrí, paradójicamente, que los juegos de carreras en circuito me aburrían, tanto dar vueltas intentado rebajar tiempos y que lo mío era lo cañero, carreteras y caminos en plena naturaleza por los que avanzar el máximo tiempo posible de lado.

Y desde entonces, mis miras se han encaminado a los simuladores lo más avanzados posibles, muchos de los cuales reproducían el cockpit de un monoplaza. Salones del automóvil, presentaciones de modelos, actos variados de marcas... es relativamente fácil encontrar este tipo de diversiones, generalmente gratis, mientras intento hacerme con algo parecido para mi casa.





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