El Honda Jazz -o Fit en otros mercados- es un pequeño monovolumen con clara orientación urbana que representa a la marca japonesa en la categoría B. Lo de pequeño es relativo, claro, pues esta cuarta generación rebasa ya los 4 metros, pero sus agradables formas lo hacen, al ojo, más compacto de lo que realmente es; pese a batallar en la categoría de los Renault Clio y asimilados, su funcionalidad y soluciones técnicas lo hacen especialmente indicado para callejear a gusto. Sorprende, ante el avance de la ofensiva SUV, que no se hayan decantado por este estilo. Aún así, como el mercado manda, hay disponible una versión ligeramente más alta, con más rueda y aditamentos plásticos variados que permiten disfrazar un poco el coche y acercarlo al segmento de moda; eso sí, como ser el más cool tiene un precio, el maquillaje lo debe proporcionar l'Oreal por lo menos porque lo encarece varios miles de euros...
A simple vista, no parece que haya habido grandes cambios respecto a la anterior generación: mismo concepto de vehículo, gran espacio trasero y mantenimiento de los muy inteligentes Magic Seat que permiten levantar las banquetas de los pasajeros, luminosidad y sensación de gran espacio interior... el primer cambio lo encontramos en el maletero, pues pasa de 350 litros a 300. Al mirar el interior con detenimiento, da la sensación de que la base está demasiado alta; efectivamente, hay como un doble fondo bastante ostentoso al estilo del Ford Puma y que también esconde un hueco bastante profundo y regular. Pero sigue faltando sitio y aquí está el gran cambio de este Jazz: su sistema de motorización híbrido y único disponible para él en nuestro país.
Aunque quizá no lo parezca, estamos viviendo un momento muy convulso en la historia de la automoción. Los motores de combustión, tras más de 100 años de historia, ven cómo su ciclo se acerca a su fin, reemplazados por los eléctricos, pero, mientras llega ese momento, cada marca presenta su propio sistema híbrido o de transición. Honda, por ejemplo, recupera y mejora la idea lanzada por aquellos Chevrolet Ampera/Opel Volt, es decir, un coche eléctrico con un motor de gasolina estacionario que sirve, principalmente, para generar electricidad, pero que, en este caso, puede también impulsar el eje delantero si es necesario. Este tipo de impulsión obliga a que todos los Jazz equipen cambio automático, por llamarlo de alguna manera, pues este tipo de coches no necesitan embragues: para que nos entendamos, que sólo tiene dos pedales y no hay otra opción.
Como decía, el interior es realmente espacioso en cualquiera de las plazas -a lo largo, a lo ancho, detrás, mejor sólo para cuatro-. Delante nos recuerda las ventajas de este denostado tipo de carrocería, con sus amplios ventanales y aquella base del parabrisas tan alejada. Sigue la línea del flamante y eléctrico Honda-e, a base de lineas rectas y formas poco recargadas pero de elevada calidad visual; incluso toma prestado el volante de sólo dos radios, otra tendencia que parece en alza en los nuevos modelos.
Es innegable la modernidad y estilo que destila, y se agradece que mantenga los mandos de la climatización físicos. El cuadro de mandos frente al conductor, es increíblemente sencillo y claro, con la velocidad actual de buen tamaño, los indicadores de carga de batería y combustible a ambos lados y una gran zona central-inferior con distinta información seleccionable -que no configurable-. El conjunto se remata con unos curiosos posavasos en los extremos del salpicadero y unos buenos asientos, amplios y confortables, marca de la casa.
Al poner en marcha el motor me sorprende el alto nivel de ruido que emite acostumbrado a los bajos regímenes habituales del ralentí. Pero claro, aquí la cosa no va así, y lo que sucede es que el motor de combustión se ha puesto en marcha para cargar batería. Ésta es una constante de la conducción del Jazz: el sistema enciende y apaga el motor de gasolina a su antojo, cuando considera que se necesita electricidad para impulsar al coche. Tiene una pequeña batería y, si eres cuidadoso con el acelerador, puede funcionar como cualquier híbrido, aprovechando las deceleraciones para irla cargando, creando la magia del movimiento continuo gratuito. El sistema de retención, por cierto, es muy poco intrusivo, no es de los que dejan clavado el coche para generar la máxima recarga posible. Incluso seleccionando la opción Eco -sólo dispone de esta y de la normal- y la posición de palanca de máxima retención -por ejemplo, para bajar un puerto de montaña sin abrasar los frenos- el coche avanza metros y metros por su inercia. Para lograr la mínima resistencia al avance, incluso tiene detalles como las aerodinámicas llantas.
Como decía, debes fiarte de lo que la inteligencia artificial del coche decida en cada momento, pues no hay opción de forzar propulsión sólo eléctrica -la capacidad de la batería es mínima- o de guardar la carga para más adelante: este ecocoche decide por tí. Y el mejor piropo que se le puede hacer es que se conduce con total normalidad y comodidad, sobretodo en ciudad, donde los continuos frenazos y aceleraciones le son muy favorables. La duda aquí es obvia: y qué pasa si salimos a carretera?. Aquí el motor de gasolina -un 1.4 de 100 caballos- realiza todo el trabajo moviendo las ruedas directamente. Si en cualquier momento pisamos a fondo para ganar velocidad con rapidez, los dos motores dan el máximo y también lo hace sin retrasos o sensaciones extrañas; una curiosidad es que, como sólo tiene una marcha que da para llegar casi a los 80 km/h., para evitar sobrerevoluciones molestas el solito se desmultiplica, como si cambiara a segunda. Respecto al manejo, se le nota ágil y ligero y responde con suavidad a las indicaciones del volante, con un tarado de suspensiones en el que prima la comodidad pese a sujetar muy bien la carrocería en cualquier circunstancia.
Toda esta exquisitez mecánica le lleva a conseguir unos consumos que oscilan entre 4,5 y 5,5 y, lo que es más importante, en cualquier circunstancia, siendo muy poco sensible a los cambios de ritmo. Aquí es donde entran las dudas, porque tiene un precio de unos 24.000 €, muy elevado para un coche de estas características, máxime cuando, por un precio similar, tienes todo un Honda Civic, mucho más capaz y excitante de conducir... pero es lo que decía al inicio, el mundo está cambiando y las exigencias para los urbanos los encarece hasta límites inverosímiles. Aunque quizás lo peor no sea eso, si no comprobar que la elevada tecnología que Honda aplicaba antes para acercar al común de los mortales a las sensaciones del mundo de la competición, ahora la dedica a lograr consumos mínimos en ciudad.
En fin, es el signo de los tiempos.
En breve, más sensaciones al volante en mi blog!.
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