lunes, 26 de octubre de 2020

The lion king - contacto Seat León

 


El compacto de la marca española se renueva. Puede parecer una mala idea, pues la actual generación se marcha a pesar de ser líder en ventas en nuestro mercado (y desde hace tiempo) pero es que ya lleva 8 años en danza -¿ya? ¿tantos?- y le tocaba cambio. Y, como digo, abandona dejándolo en todo lo alto, pues sigue tan en forma como cuando se lanzó en 2012. Vale, al interior le faltaban pantallitas más llamativas y, siguiendo la moda actual, le sobran botones por todos lados, pero sorprende comprobar cómo mantiene el tipo en el resto de aspectos, sobretodo aquellos que más valoramos los apasionados de la conducción.


Otro signo de que los tiempos han cambiado es la variedad de carrocerías disponibles desde su lanzamiento: sólo 2, el cinco puertas y el familiar. Las versiones de 3 siguen su particular ruta camino del Valhalla y el nuevo León tampoco dispondrá de las antaño versiones denominadas SC. Llegará una versión todocamino al estilo del anterior X-perience? Está por ver, pero visto el éxito comercial que cosechan los SUV y todo aquello que comparta su aroma, yo apostaría a que sí.


El nuevo León es bastante continuista en diseño con la anterior generación. Nada que ver con el cambio total que supuso, por ejemplo, la segunda entrega de Walter de Silva (a mi juicio, el de estética más personal y conseguida). Siguiendo la lógica, el morro adopta la calandra hexagonal que inauguró el Tarraco y que poco a poco se va extendiendo por toda la gama para unificar el estilo. Al estudiarlo en profundidad te das cuenta de que la parte delantera ha ganado mucho peso en el diseño general del conjunto, gracias a los faros retrasados, la fuerte inclinación del extremo combinado con el abultamiento central o los dos nervios longitudinales: le hace parecer un producto de nivel superior, indudablemente.


La zaga también gana protagonismo, gracias a los faros triangulares unidos por una fina tira de luces led para resaltar la anchura del conjunto y a la nueva grafia del nombre del modelo.


Cuando accedemos al interior, la sensación es agridulce, pues el salpicadero es el mismo que el del Cupra Formentor...lo cual no es, precisamente, un demérito para Seat -para la otra marca, ya veremos-, pero pensaba que ya habíamos dejado atrás la época en que la marca española compartía tablero con el resto de los Volkswagen. Justo ahora que habíamos conseguido una cierta independencia de estilo dentro de VAG -aunque de cintura para abajo, las semejanzas sean más que obvias-, me encuentro con que se vuelve a depender de un "hermano mayor", por así decirlo. 


Impacta por la sobriedad que destila, demasiado germánica para lo que tendría que ser una marca mediterránea que luce la pasión y la deportividad por bandera, pero dentro de lo antes comentado, tiene estilo propio. Tiene mérito el trabajo de los diseñadores, porque esta base común usada también por el Golf y algún que otro Skoda tiene el suficiente maquillaje como para parecer otra cosa. Destaca la moldura que une la parte baja de la consola central pero que sólo está en el lado del conductor, o los aireadores, que calcan la forma de la parrilla y que son iguales que los del Lambo Urus pero invertidos ( y ahora me fijo que los retrovisores también tienen seis lados!).



Una fina cinta de leds recorre el tercio final de la puerta y enlaza con otra que recorre toda la parte inferior del parabrisas. Son de iluminación ambiental, pero la de la puerta también hace las funciones de alerta en el caso de que tengas algún coche en el ángulo muerto y me ha parecido mucho más agradable y visible que el habitual chivato en el mismo retrovisor. Pero aún llama más la atención la casi ausencia de botones físicos... y que, los pocos que hay, están bastante apartados de la vista.



A la izquierda del conductor encontramos los pulsadores de las luces (ya no son de ruleta), pero como son automáticas tampoco hará falta toquetearlos mucho y, si nos fijamos bien, veremos que la parte inferior de la tablet central tiene unos finas lineas azules y rojas... esto es porque deslizando el dedo por encima de estas superficies, los dos ocupantes delanteros pueden regular su propia temperatura y, si lo hacemos en la zona central, subir o bajar el volumen de la radio. Y esto es todo, salvo los del volante, claro: todo lo demás, se maneja desde la pantalla táctil o con las órdenes vocales que se activan diciendo "Hola, Hola!". Esta falta de botones es una ventaja o un inconveniente? hay quien dice que obliga a desviar demasiado la atención de la conducción para atinar en la opción que buscas -aunque los iconos tienen un tamaño respetable que facilita la tarea-, pero al final se logra el efecto buscado, porque lo mejor es dejarlo todo listo antes de empezar a rodar que perderte luego en menús y sub-menús.


 

La pantalla del conductor también es digital, multiconfigurable... etc. Yo sigo prefiriendo la vista clásica de dos esferas, con las líneas rojas en reposo apuntando hacia abajo, aunque reconozco que me encanta el poder colocar la velocidad en dígitos enormes entre ambas. Como decía, todos los botones físicos desaparecidos se han aglutinado en el volante, aunque por desgracia el que permite cambiar entre los distintos tipos de configuración de conducción no está disponible.



Siguiendo la tónica del momento, este León tendrá mucha gasolina corriendo por sus venas, poco gasóleo -si hace diez años me hubieran dicho que esto iba a pasar me hubiera entrado la risa!- y algo de electricidad en una versión enchufable. Para la prueba, la versión disponible es una de las más cañeras, un 150 caballos de gasolina, acabado FR y cambio automático con levas en el volante. Este equipamiento conlleva unos asientos discretitos, con un leve pespunte en rojo que no parecen gran cosa, hasta que te dejas caer en ellos y te inmovilizan frente al volante; éste también tiene un acabado en piel agujereada y decoración colorá, con la calidad de acabados habitual de la marca, buena, pero sin exagerar y con un 50% de plásticos duros y blandos.


El botón de arranque está situado donde debería estar desde el principio de los tiempos -y no en la caña del volante para aprovechar el hueco de la llave- y debajo de él encontramos el botón del freno de mano y el joystick para seleccionar el avance, el retroceso y el punto muerto. De entrada impacta por lo poco usual que es, pero su uso es de lo más cómodo y lógico. A los pocos metros te das cuenta de que este Seat está en otro nivel de rodadura, pues logra transmitir una sensación de aplomo y control inaudita. Contribuye mucho el insuperable tacto de la dirección, suave y preciso a partes iguales, posiblemente lo mejor del coche. Me animo a ir cambiando entre los modos de conducción (Normal, Sport, Comfort e Individual, para reglarlo a tu gusto) que afecta a la dureza de la dirección, los amortiguadores y el tacto del motor; y la verdad es que se nota, pues en modo Sport las revoluciones siempre están un poco más arriba, aguanta más las marchas y cuesta más girar el volante. Del cambio automático, sea en modo manual o no, nada negativo puede decirse, pues hace que el coche responda a tus solicitudes al acelerador de forma muy natural, lo mejor que puede decirse de este tipo de sistemas. El motor, por su parte, me ha llamado la atención por lo silencioso que puede llegar a ser, demasiado, pues incluso hubiera preferido un poco más de "ruido" al pisar a fondo.


Otro aspecto que me ha sorprendido es la habitabilidad trasera, pues el espacio para las piernas es ciertamente notable, diría que está por encima de la media del segmento. Aunque no lo parezca, este nuevo León crece 10 centímetros (hasta los actualmente habituales 4,40 de los cada vez menos compactos), pero mantiene el maletero de 380 litros (lo usual también), por lo que deduzco que la nueva plataforma invierte este crecimiento en mejorar la vida de los acompañantes.


El día que lo probé, casualmente había aparcado un León de la primera generación a su lado, pintado en idéntico color rojo -bueno, quizás el hecho de que la cita fuera en el Concesionario Seat Ondinauto de Barberá del Vallés tenía algo que ver, pero vaya- y me pude dedicar a observarlos a gusto.


Aunque les separan más de 20 años, ambos comparten ese algo intangible de los modelos que quedan en la memoria. Quién iba a decir que "cortar" un Toledo iba a dar lugar a un vehículo que iba a recoger el testigo del Ibiza y lo iba a llevar hasta sus límites? Dudo que sus creadores no tuvieran más intención que cubrir un hueco de mercado básico para cualquier marca, pero por fortuna supieran dotarle de esa dinámica y ese estilo propio que desde entonces define a la marca de Martorel.


Y hasta aquí esta nueva entrada. En breve, más sensaciones al volante!







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