Tres veces. Hasta por tres veces he acudido a algún evento en el que rondaba el Jaguar eléctrico y me he quedado con las ganas de probarlo. La primera fue en unas jornadas en el Jarama, donde estaba expuesto como gran primicia hace ahora casi dos años (Busco a Jag); la segunda, a los pocos meses, en Castellolí (Drift de lujo), y, la última, en el Expoelectric 2018, donde, al menos, puede hacer un pequeño recorrido desde el asiento del conductor... pero como a cabezón no me gana nadie, al final he conseguido probarlo por mí mismo en un recorrido de unos 3/4 de hora muy completito, pues ha incluido carretera de montaña, autopista y algo de ciudad.
La cita era en el exclusivo Gran Hotel La Florida -a tal señor, tal honor- y se enmarcaba dentro del Electri-city tour del grupo JAG, por lo que también era posible probar modelos como el nuevo Range Rover enchufable.
Sea como sea, por fin tengo la oportunidad de ponerme al volante y darme un garbeo para disfrutar de las curvas de la montaña del Tibidabo. Cuesta poco encontrar un perfecto acomodo en los enormes asientos de este Jaguar. Me gusta el interior, con esa mezcla de estilo clásico y con el toque tecno que le proporcionan las variadas pantallas que adornan el interior. Como buen eléctrico, todo funciona a toque de botón o tecla, hasta el selector de marchas: en vertical, junto al conductor, encontramos los botones de P (parking), R (marcha atrás), N (punto muerto) y D (a salir zumbando!).
Imagino que el motor está en marcha -ya se sabe, no suena-, aprieto la D y empiezo a rodar con suavidad por el parking del hotel, cuidando de no tocarme con ninguno de los otros cochazos que rondan por allí y que suman entre todos varios cientos de miles de euros. Bajo el vado y, a los pocos metros, noto que la suspensión es muy cómoda... demasiado incluso. En todo momento noto como la carrocería sube y baja, se bambolea, me recuerda a un Citroën 2 Cv o a los coches de polis americanos de las pelis de los 80 y 90, en los que, cuando llegan al escenario del crimen y frenan, todo el coche se inclina. Vale, no llega a ese extremo, pero es en extremo blanda. Demasiado para un coche con los genes deportivos de un Jaguar! lo mismo le pasa a la dirección, tan suave que llega a resultar poco precisa. Se lo comento a mi monitor y me dice que puedo cambiar a modo dinámico, y ahora sí que me reencuentro con lo que recordaba de la marca cuando probé el E-Pace por las carreteras del Bruc.
Como por arte de magia, el coche se transmuta: ahora se le nota más aposentado sobre el asfalto y hasta la dirección se ha vuelto mucho más precisa, al ganar un punto de dureza que permite afinar la trazada. Incluso el motor empieza a sonar con claridad dentro del habitáculo, con un sonido bajo y profundo que proviene de su motor de 6 cilindros y.... un momento, si no hay cilindros! lo que sucede es que cuenta con un emulador de sonido que lo emite por los altavoces! Aunque no es molesto, seguro que al final acabaríamos desconectándolo, acostumbrados al silencio habitual, pero tiene su gracia y para hacer la broma va genial.
Aunque tiene varias opciones de visualización para el conductor, me quedo con la esfera única central y navegador a un lado, la que me resulta más legible. Las curvas se suceden y yo me noto cada vez más a gusto con este eléctrico de lujo: acelerar, frenar, girar, volver a acelerar... al no tener marchas, es una gozada total rodar en este tipo de carretera, pues no hay que preocuparse del régimen de giro del motor o de la marcha engranada. Vamos, de videojuego total, y con 400 caballos de fuerza instantánea, que hacen esfumarse las rectas a poco que te lo propongas. Para maximizar el disfrute, le pido a mi acompañante que desconecte el sistema regenerativo del pedal de freno, pues es otro gadget bastante antipático del coche por su poco previsible funcionamiento. El tacto del pedal no enamora, con una primera zona de poca mordiente y poca sensación de retención, pero se complica cuando entra en marcha esta especie de asistente de frenada y hace que el coche pierda velocidad de golpe aunque tú mantengas la misma presión sobre el mando... en ciudad y a poca velocidad es correcto, pero una vez sales de ahí, mejor llevar uno mismo las riendas.
Entramos ahora en una travesía urbana y me toca callejear para evitar unas obras. Uf, tocan calles estrechas y giros de 90 grados entre bordillos y coches aparcados, pero la agilidad del coche es más que buena también en esta situación: quizás lo del "city" no esté tan fuera de lugar, sobretodo gracias a que parece deslizarse sobre sus enormes neumáticos más que rodar a baja velocidad.
Para la vuelta al punto de partida entramos en la autopista. Territorio virgen para mí en este tipo de coches, pues las pruebas suelen ser de muy corta duración y eminentemente urbanas. En cuanto tengo vía libre dejo caer la velocidad para poder acelerar a fondo a gusto y probar en condiciones de una vez por todas la genial catapulta que supone un motor eléctrico. En cualquier test es lo primero que te dejan probar, pero tienes los 50 km/h de límite tan encima que apenas lo saboreas; aquí puedo explayarme a gusto y sentir cómo alcanzas los 120 en "cero coma", sin ningún tipo de interrupción en la entrega de potencia... genial!. Ahora que puedo rodar a una velocidad respetable noto que desaparece el silencio que me acompañaba con tanta claridad hasta ahora; es algo lógico, pues los ruidos aerodinámicos y de rodadura están ahí, independientemente de la motorización de tu vehículo, pero se hacen aún más patentes, aunque sólo sea por el contraste de lo vivido hasta ese momento.
De vuelta al parking del hotel, echamos un vistazo al consumo de electricidad y ha sido realmente elevado. Claro, han sido 45 minutos rodando a 80-90 con la punta de la autopista, pero salir con el "depósito" lleno y volver con menos de 300 km. de autonomía muestran a las claras que el peso y la potencia disponible no salen precisamente gratis. Después de probarlo a gusto, no me quedan dudas de que conducir un Jaguar siempre es un placer, tanto, que el hecho de que sea eléctrico acaba siendo anecdótico; incluso el tema del motor mudito pasa enseguida a un segundo plano, más si tenemos en cuenta que en este segmento los decibelios ya están muy controlados y que el efecto se diluye a medida que aumentas la velocidad. Es un poco como ver una película en 3D, que resulta muy impactante al principio pero que a los cinco minutos ya no eres capaz de advertirlo salvo en momentos muy puntuales. Las pegas obvias son su estratosférico precio, la necesidad de disponer de un punto de carga propio y la limitada autonomía... pero ser el más cool del barrio no tiene precio, verdad?
Y hasta aquí este post que se ha ido cociendo a fuego lento durante dos años. En breve, más sensaciones al volante!.
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