El día que se me ocurrió ir a veranear a Malta, alquilar un coche y conocer la isla no sabía la que se me venía encima. Parecía que lo de conducir por la izquierda no pasaría de la mera anécdota, pero a la hora de la verdad resultó estar mucho más cerca del drama que de otra cosa. Te metes en el coche, cierras la puerta y parece que estés en otro mundo... si hasta lo más sencillo, como ponerse el cinturón de seguridad, me resultó un esfuerzo mental -cada vez que me subía levantaba la mano equivocada hasta el hombro equivocado-, os podéis imaginar lo que supuso todo lo demás!. Otro ejemplo tonto: muchas veces me giraba a mi derecha para señalar algo y me golpeaba la mano con el cristal, pues mentalmente "allí no debía haber nada".
Curiosamente, lo de controlar los mandos del coche es lo menos problemático; pensaba que manejar el cambio con la izquierda tendría su miga, pero no tiene más misterio. Imagino que ayuda el hecho de que las marchas, pese a lo que pueda uno pensar, no están "al revés", si no en disposición "normal", por así decirlo; es incómodo porque la primera y la segunda quedan alejadas del cuerpo, pero poco más. Tampoco los pedales son una complicación, pues también funcionan igual. Eso sí, al lado del embrague no hay sitio material para poner un reposapiés, por lo que debes ir colocando el pie donde puedas, las más de las veces bajo el mismo, con el peligro de amputación que eso puede suponer en caso de colisión...
Lo de los retrovisores es imposible si hablamos del interior, pues mi cerebro no atinaba a interpretar las imágenes. Veía los coches, sí, pero no era capaz de situar en qué posición se encontraban respecto al mío, por lo que opté por guiarme por los exteriores o, simplemente, mantenerme tranquilito en mi carril. Una vez te has hecho una composición mental del tema en el parking del aeropuerto, pones en marcha el coche y empiezas a moverte. La sensación es de lo más extraña, y, aunque conduzco un pequeño Peugeot 108, a mí me parece ancho como un autobús, pues no acabo de situar espacialmente el extremo izquierdo y en cada pequeño giro a ese lado me parece que me voy a llevar por delante algún obstáculo que no puedo ver desde mi asiento. Al lado de la barrera de salida encuentro un cartel -por suerte, en inglés, pues el idioma autóctono es ininteligible- que me recuerda que aquí se conduce por el otro lado y que ojo avizor. Esa es una característica de la isla: cómo le gustan los carteles, los avisos y demás!.
Algunos son casi poéticos, como éste que dice "ALERTA HOY, VIVO MAÑANA" pero mi preferido era este otro.
"LA VELOCIDAD MATA" madre mía, suena a telefilme malo de los 80! viendo esto pensarás que corren que se las pelan en la autopista... pues no! porque no tienen! ni autovías tampoco! resulta que es el único país de Europa que tiene cero kilómetros en ambos casos, por lo que olvídate de tomártelo con calma mientras te aclimatas: desde el minuto uno te mueves por calles y carreteras, donde, como máximo, hay algún pequeño tramo donde alcanzar los 80 km/h -al menos no está en millas-.
En fin, que salgo del aeropuerto y ya sudo sólo con incorporarme a mi primer carril, pues no me aclaro y no hago más que girar la cabeza a ambos lados como un ventilador. Me doy cuenta de que, con casi 30 años de experiencia, es como el primer día que salí con mi flamante L pegada al cristal trasero: soy una chichane móvil. Vale, tranquilo, sobretodo recuerda que SIEMPRE POR LA IZQUIERDA y no pasará nada. Casi todo son carreteras de doble sentido como la de la imagen, y cada vez que veo aparecer en lontananza un coche el corazón me da un vuelco, pues instintivamente pienso que voy por donde no toca y que me lo voy a comer de frente. Por donde se va al hotel? no hay un camino directo ni puntos de referencia, así que me toca tirar de navegador, pero es como para volverse majareta, pues no hace más que decir "gire en Triq-il esto, salga de Triq-il lo otro", por lo que intuyo que quiere decir calle o carretera o algo así.
Tal y como me temía, no hace ni cinco minutos que estoy circulando y ya me he metido en contra dirección: llego a un semáforo y me encuentro una calle ancha con separación central e, invariablemente, me voy hacia donde no toca, encontrándome con una marabunta de coches que vienen hacia mí, pero ahora de verdad. Freno y empiezo a maniobrar para dar la vuelta y como el cambio de este coche es un asco, no encuentro la marcha atrás y los coches casi me han alcanzado y esta gente no frena y la estoy liando parda ya el primer día y estaré aquí una semana y me quiero ir a casa y... uf, espera, la marcha engrana y como el coche es cortito lo giro en un palmo. No ha pasado nada, los isleños están acostumbrados y en cuanto ven el coche de alquiler ya se esperan lo peor y no te echan cuentas si te equivocas. Sigo conduciendo y me doy cuenta de que estoy en el carril de la derecha sin haberme dado cuenta, y aunque ahora no hay peligro de que venga un coche de frente, estoy entorpeciendo el tráfico. Hasta al cabo de dos o tres días no consigo aclimatarme y volver a sentirme a gusto en el coche y poder escuchar música y conducir a la vez, pues al principio voy tan concentrado que parece que llevo puesta una escafandra de astronauta y no oigo nada. Aun así, después de varios días me reseteé un par de veces, y en ambas ocasiones me sucedió al llegar al final de una carretera secundaria que no tenía salida: en cuanto di la vuelta, ya estaba otra vez conduciendo por la derecha, aunque por suerte eran sitios apartados casi sin tráfico donde pude rectificar enseguida.
Antes he comentado que los conductores son bastante razonables con los extranjeros, pero la pega es que conducen de forma muy agresiva, con un estilo a mitad de camino entre sur de Italia y norte de África, con lo cual ya está todo dicho. Hay pocos semáforos y cada pocos metros hay rotondas, donde ceden el paso al que está dentro, sí, pero te meten el coche hasta la cocina si hace falta antes de frenar. Caso aparte son los camiones y autobuses, que hacen caso omiso de la longitud de su vehículo: si la cabeza entra la primera, es que tienen prioridad, así que ya puedes ir frenando tú. En contrapartida, si tienen que parar el coche en medio del carril para realizar un giro lo hacen sin sonrojo... y los otros conductores lo respetan, lo más increíble, pues en España te llevarías un buen concierto de pito. Otra curiosidad es que, como no pueden correr, les encanta pegar fuertes acelerones: ya se sabe, no puedo pasar de 80 pero nadie dice cuánto tengo que tardar en alcanzarlos, verdad? 😉
Como no hay vías rápidas, tienes que apañarte entre carreteras y travesías. La cosa es que como el 80% de la isla está urbanizada es un poco como para renegar del volante, pues cuando no estás entre callejas estrechas -eso sí, de preciso estilo colonial inglés-, estás en carreteras que se suponen principales, pero sin arcen y con las raíces de los árboles sobre la calzada, y que hacen que las españolas sean gloria bendita por comparación. A su favor, decir que pensaba que la noche sería otro peligro añadido más, pero al ser todas las vías cuasi-urbanas la iluminación es perfecta, aunque sospecho que aprovechan esas horas para mover los edificios de sitio, como pasaba en la película Dark City... si no, no se entiende cómo es posible que, de un día para otro, me fuera casi imposible repetir el mismo recorrido que había realizado el día anterior!.
Un último apunte sobre lo deseperante que puede ser conducir por países que no conoces lo representa este cartel, bastante común por toda la isla, y que, pese a lo que pueda parecer, no indica como llegar a una macrofiesta: todo lo contrario, quiere decir DESVIO, normalmente por obras. Esto hace aún más entretenida la conducción, pues no están mapeadas en el navegador y acabas más perdido que Anacleto en el desierto.
Si nos centramos en el tema del turismo, en el archipiélago de Malta (en verdad son 3 islas, Malta, Gozo y Comino) todo es azul: la Blue Grotte, la Blue Window, la Blue Lagoon... y no es broma, el color azul del mar es más intenso que los ojos de los protas de Dune después de beber el agua de la vida. Aprovecho para comentar que Comino es pequeñísima y sólo accesible en lancha por lo que no se puede conducir; aún así, debe visitarse -mejor a primerísima hora cuando está vacía- para bañarse tranquilo en la Blue Lagoon y ver a luego media mañana a los italianos borrachos que saltan al agua con la birra en la mano. Gozo, por su lado, sólo está urbanizada en un 20%, por lo que es recomendable dar el salto aunque sólo sea para poder conducir por carreteras en medio de la naturaleza y no entre edificios un rato. La gracia de la excursión es que hay un servicio de ferrys con un funcionamiento intachable y rapidísimo (el trayecto no dura ni 30 minutos), pues son barcos reversibles, con dos proas y en los que entras con el coche por un lado y sales por el otro sin que tengan que hacer virar el barco. Otros valores añadidos son el precio (5€ ida y vuelta, coche gratis y no te vuelvas loco buscando la taquilla, pues se paga a la vuelta) y que el trayecto te permite disfrutar de una buena panorámica de Comino o de la puesta de sol en el mar si lo haces a última hora.
Visitar Malta, si eres amante del cine, es un auténtico placer, pues el gobierno ha sabido sacarle partido a la mezcla de culturas que conforman el país. Por ejemplo, si visitas la pequeña ciudad de Mdina, en seguida reconocerás que la puerta de la muralla aparece en Juego de Tronos o que la Blue Grotte ha aparecido en varios anuncios de corte paradisíaco, pero el premio se lo lleva la capital, La Valeta.
Por fuera es una ciudad medieval amurallada, pero en el interior es tan inglesa que las cabinas de teléfonos son de color rojo chillón. Tiene tan clara su función como escenario que, en un mirador sobre el puerto, hay un plano indicando que se rodó en tal o cual zona, pasando por escenas de "Troya", la jamaica de "La isla de las cabezas cortadas" o la Jerusalén de "Guerra mundial Z". Como he dicho, todo tiene cabida en la amalgama de estilos que supone su pasado bajo varias influencias.
Sale caro viajar a Malta? pese a lo que diga Rosalía, no hace falta tener un gran presupuesto para veranear allí: para empezar, si en vez de salir de Barcelona sales de Gerona los billetes cuestan la mitad!. El nivel de vida es muy semejante al de aquí, diría que con precios algo más baratos en algunos productos: una pizza en el único y bonito restaurante de una apartada playa costaba unos 10€... y, además, por su influencia italiana era de las buenas-buenas. Otro buen invento gastronómico son una especie de kebab enormes, con cus-cus dentro, que rondan los 3€ y que te solucionan una cena. Curiosa de probar es una bebida autóctona, una especie de refresco de hierbas llamado Kinnie; al principio echa para atrás, pues sabe a naranja amarga, pero yo acabé por no beber otra cosa. Hablando de beber, el alcohol es carísimo, del orden de 4 € una cerveza -como en la mayoría de Europa, por cierto- y el agua del grifo no es potable, pero por un par de euros puedes encontrar garrafones de 8 litros en unos supermercados amarillos que hay por toda la isla. La gasolina estaba más o menos a la par, pero no fui capaz de encontrar gasolineras low-cost. También es económica y típica la plata, muy trabajada y que venden a peso, aunque estés comprando una pulsera.
En Malta es difícil cruzarse con coches grandes. Los de alquiler son un emjambre de pequeños urbanos y los malteses parecen decantarse más bien por utilitarios y compactos que por berlinas o SUVS's; de hecho, es más fácil encontrarse con un clásico americano como el de la foto que con una berlina de lujo alemana; tiene sentido, porque tampoco hay mucho sitio al que ir. Aquí las marcas japonesas dominan el cotarro a placer. Es lógico, pues en el país del sol de naciente también conducen "al revés", así que no necesitan hacer modificaciones en sus modelos para poder venderlos directamente y son los reyes de los microcoches. Lo curioso es que pueden encontrar tanto modelos que no están a la venta en Europa (por ejemplo, el Toyota Passo, no confundir con el Paseo de los 90) como otros con su nombre japonés, como el Honda Fitz (Jazz) o el Mazda Demio (Mazda2).
En mis viajes siempre recomiendo ir a ver la puesta de sol y aquí puede hacerse desde un sitio friki-friki. Al norte de la isla se encuentra la aldea de Popeye, el escenario auténtico utilizado para rodar la pelicula de Robin Williams y reconvertida en una especie de parque acuático, aunque es poco más que una zona de baños en un bonito entorno. Por unos 15€ puedes pasar el día paseando entre las casas y bañándote en una cala de aguas limpísimas. Yo no llegué a entrar pero tampoco es imprescindible, pues se ve todo bastante bien desde un acantilado que hay al lado y a donde puedes llegar sin problemas con el coche. Desde aquí, además, puedes disfrutar de una gratuita y perfecta puesta de sol, para redondear tus vacaciones en Malta y despedirte de la isla.
Vale la pena hacer el viaje? pues claro, todos lo merecen y es todo tan distinto que no hay nada mejor para desconectar. Se sobrevive a circular por la izquierda? se sufre al principio, pero si no donde estaría la gracia?. Hace calor? horroroso, aunque no marcaba nunca más de 30 grados al estar tan cerca del continente africano a mediodía es insoportable. Son majos los malteses? no mucho, en general parecía que la presencia de turista les estorbaba más que otra cosa.
Volvería? mañana mismo!.
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